Seúl afila el colmillo. El último ataque de Pyongyang ha acabado con la paciencia surcoreana. La clase política depura a los tibios, la prensa exige mano dura y en el ambiente flota la certeza del fin del ciclo conciliador. Para que no quedaran dudas del mensaje, Seúl lo apuntaló esta vez con hechos. El ministro de Defensa, Kim Tae-Yong, dimitió dos días después del intercambio de proyectiles de ambas Coreas que causó dos militares y dos civiles surcoreanos muertos en la isla de Yeonpyeong, además de decenas de heridos.

Para la oposición y miembros del Gobierno, personalizaba la actitud contemplativa que fomenta el envalentonamiento de Pyongyang. "Esos bastardos que aconsejaron al presidente gestionar con precaución la situación para evitar una guerra verdadera deberían ser despedidos", dijo ayer Hong Sa-Duk, un compañero en el Gabinete de Kim. El presidente, Lee Myung-Bak, ya le había denegado la dimisión tras el hundimiento de la corbeta Cheonan en marzo.

"DEMASIADO PASIVO" También hay cambios en el plano militar. Seúl anunció un nuevo patrón de respuesta a los ataques del vecino, aclarando que el actual es "demasiado pasivo". También aumentará el presupuesto de defensa para acercarse al poderío norcoreano. Tras una reunión de urgencia, el Gobierno anunció que reforzará la isla atacada y otras cuatro en el mar Amarillo. La decisión corrige la reducción de soldados dictada en el 2006, que los había dejado en 4.000. La prensa surcoreana subrayó ayer que la isla no estaba preparada y que la respuesta fue lenta. También urgió a China a actuar en el conflicto. Dos de los tres editoriales del diario Chosun Ilbo iban en esa dirección. "La prosperidad económica china es posible por sus relaciones pacíficas con EEUU y Japón en la era posterior a la guerra fría. Si la península coreana acaba en llamas, esa prosperidad temblará desde los cimientos", decía uno.

Los expertos sostienen que su capacidad de influencia sobre Pyongyang es muy limitada y se ha demostrado que cortar el suministro de energía y ayuda solo sirve para castigar más a la población norcoreana.

China perseveró ayer en su actitud conciliadora. "Estamos comprometidos en mantener la paz y la estabilidad en la península coreana y nos oponemos a cualquier provocación militar", dijo el primer ministro, Wen Jiabao. No aclaró si se refería al reciente intercambio de proyectiles de la isla o a las próximas maniobras militares conjuntas entre Washington y Seúl en el mar Amarillo. Pekín ha elegido un tono menos beligerante que en los pasados juegos de guerra de EEUU en aguas cercanas a su territorio. La tensión alcanzará previsiblemente el cénit el domingo con unas maniobras que suelen alterar a Pyongyang.