Una treintena de monjes irrumpieron ayer por sorpresa en el viaje que China ha organizado para un selectísimo grupo de periodistas extranjeros en el Tíbet. La protesta se produjo en el templo de Jokshan, el más emblemático de Lasa y epicentro de la revuelta que hace dos semanas causó entre 20 y 140 muertos, según las distintas fuentes.

Un monje arrancó la protesta al repetir, bañado en lágrimas, "Tíbet no es libre". Los religiosos hablaron con la prensa ante la incomodidad de las autoridades y la pasividad de la policía desarmada, que se los llevó sin violencia pasados 15 minutos. Los monjes eximieron de culpa al dalái lama, señalado por Pekín como instigador de la revuelta. También dijeron no haber participado en las protestas violentas, denunciaron el encierro que han sufrido las últimas semanas y la represión en el territorio, llamaron mentiroso al Gobierno chino y expresaron su temor a ser castigados. "Estamos dispuestos a ello", dijo uno.