Después de meses de negociaciones, el esperado intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania finalmente se ha completado. Ayer, en la víspera de las delicadas elecciones locales en Rusia que podrían confirmar el descenso de la popularidad del presidente Vladímir Putin, Moscú y Kiev liberaron a 70 personas, 35 cada uno. Un avión estatal ucraniano Antonov despegó del aeropuerto de Vnúkovo, en la capital rusa, y llevó hasta el vecino país a los 24 marineros ucranianos capturados hace un año por los rusos en el mar cerca de Crimea.

Entre las personas excarceladas se halla el cineasta ucraniano Oleg Sentsov, considerado un preso político y condenado a 20 años de prisión en un proceso trístemente conocido por intentar «organizar actos terroristas» en Crimea, la península donde nació y cuya ocupación por parte de Moscú no acepta.

PRESOS RECLAMADOS / Prácticamente al mismo tiempo, un avión del Gobierno ruso despegó del aeropuerto de Kiev Boryspil y llevó a Moscú a los prisioneros reclamados por Putin, incluido el jefe de la agencia de prensa rusa Ria Novosti en Ucrania, Kirill Vyshinsky, acusado de alta traición por Kiev.

Pero la liberación más controvertida es sin duda la de Volodymyr Tsemakh, un separatista considerado un testigo clave, si no un sospechoso, en la tragedia del boeing de Malaysia Airlines derribado el 17 de julio de 2014 por un misil ruso en los cielos del Donbás . Las 298 personas a bordo murieron y los investigadores internacionales querían interrogar a Tsemakh, que comandaba una unidad antiaérea en el área del desastre. Ahora es poco probable que ello suceda algún día.

Tsemakh era indispensable para Putin. Solo después de su liberación por un tribunal de Kiev, hace tres dìas, el líder del Kremlin finalmente declaró que el intercambio de prisioneros era inminente. El compromiso de este sábado entre Rusia y Ucrania es, según el presidente ucraniano Zelenski, «un primer paso hacia el final de la guerra» de Donbás, donde Rusia ayuda militarmente a los separatistas.

La reanudación del diálogo es muy importante, pero aún queda un largo camino por recorrer. Con la anexión ilegal de Crimea, la popularidad de Putin alcanzó niveles récord en el 2014. Ahora la situación es diferente.

Hoy, en muchas regiones y ciudades rusas se vota para elegir alcaldes, gobernadores y concejos municipales y regionales. Las elecciones se celebran después de dos meses de protestas reprimidas por la Policía mediante porrazos y oleadas de arrestos, y representan un desafío crucial para el partido de Putin.

LOS «INDEPENDIENTES» / Los sondeos indican que Rusia Unida ha perdido mucha popularidad, con un nivel de aprobación solo superior al 30%, la cifra más baja de los últimos 13 años, debido al aumento de la edad de jubilación y de la disminución de los salarios reales. Para superar el problema, el Kremlin presentó a muchos de sus candidatos sin el oso, símbolo del partido, sino como «independientes». Y sobre todo, bloqueó el camino a numerosos opositores invalidando, con pretextos, la mayoría de las firmas recogidas para participar en las elecciones.

Fue este último extremo lo que provocó las protestas contra Putin en Moscú, las más importantes en ocho años. Una de las manifestaciones pacíficas, la del 27 de julio, está siendo investigada por desórdenes masivos, lo que supone una excusa perfecta para cortar las alas a la oposición liberal, ya que los organizadores arriesgan a pasar hasta 15 años tras las rejas. El jueves fueron registradas las oficinas de Alekséi Navalni, el líder opositor ruso. Los policías pusieron todo patas arriba y se llevaron documentos y servidores.

El presidente francés, Emmanuel Macron, se felicitó del intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania, «un paso decisivo en la reanudación de un diálogo constructivo que debe continuar en las próximas semanas».