Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y China, Xi Jinping, inauguraron ayer a través de videoconferencia el gasoducto Fuerza de Siberia, una enorme tubería que atraviesa buena parte de la Federación Rusa y se adentra en territorio vecino a la altura de la población fronteriza de Blagoveshchensk, en el centro del país.

Se trata de un proyecto rubricado hace cinco años, en medio de las tensiones generadas por la guerra de Ucrania, con el que el Kremlin aspira a diversificar sus mercados y a depender menos de sus clientes europeos para exportar una de sus principales fuentes de divisas a otros yacimientos situados tanto al oeste como al este. La tubería, de 1,4 metros de diámetro, aspira a transportar 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año a partir del 2025 a una economía que crece a tasas muy superiores a las de Europa.

Putin fue el encargado de conferir con sus palabras un punto de solemnidad al momento. «Esto es un hecho histórico fundamental, no solo para el mercado de la energía global, sino también para para China y Rusia», declaró el dirigente ruso. «Este paso lleva a la cooperación ruso-china en la energía a un nuevo nivel cualitativo y nos acerca al objetivo establecido conjuntamente de alcanzar un comercio bilateral de 200.000 millones de dólares para el año 2024», continuó.

Tras destacar las dificultades orográficas y meteorológicas con las que se han topado los constructores en este último lustro, Xi puso el acento en la «profunda integración y cooperación mutuamente beneficiosa» que supone la puesta en marcha de la infraestructura. Tras los discursos de ambos mandatarios, un operario ruso pidió permiso al líder del Kremlin para abrir el grifo que permitía por vez primera el acceso del gas ruso al mercado chino.