Las características más notables de las casi tres décadas de mandato de Hosni Mubarak fueron la corrupción, la generalización de la pobreza, el desempleo y la represión, aunque estos días muchos egipcios consideran que la represión de Mubarak fue mucho menor que la del actual presidente AbdelFattah al Sisi.

El descontento de la población condujo a la llamada primavera árabe que, en febrero de 2011, le obligó a dimitir tras 18 días de protestas que costaron la vida a un elevado número de manifestantes, principalmente en El Cairo. Mubarak había pedido apoyo al presidente Barack Obama, pero este le dio la espalda en el momento más crítico de las protestas.

Obama debió pensar que tras Mubarak se abriría un proceso de democratización en Egipto que arrastraría a otros países árabes. La ilusión de la democracia apenas duró tres años. El espejismo acabó por derrumbarse en 2014, cuando al Sisi dio un golpe de Estado.

Desde que asumió la presidencia, Mubarak mantuvo unas buenas relaciones con Estados Unidos e Israel, lo que le permitió recuperar la soberanía de la península del Sinaí que Israel ocupó en la guerra de 1967. Al principio fue magnánimo con los prisioneros políticos, liberando a una gran parte de ellos, pero al mismo tiempo actuó con vigorosa energía contra las organizaciones islamistas.

DESCONTENTO EN AUMENTO

Su dirección política, económica y social no contó con el apoyo de la mayoría del pueblo, que vio que las reformas eran incapaces de mejorar sus condiciones de vida, y que, al contrario, esas condiciones se deterioraban. Como consecuencia, el descontento de los trabajadores y los grupos islamistas fue en aumento.

Se sucedieron huelgas y disturbios a causa del incremento del coste de la vida y Mubarak actuó con resolución contra los Hermanos Musulmanes, a quienes hizo responsables de los disturbios y del malestar general que reinaba en el país. Acusó a los islamistas de desestabilizar el régimen con el objetivo de provocar una revolución.

Un periodo especialmente crítico se vivió a partir del final de la década de los ochenta, cuando la debilidad económica se acentuó y hubo que disminuir los subsidios a los alimentos y los combustibles. Estas medidas provocaron un notable malestar entre las clases más desfavorecidas.

El islamismo radical se tradujo en atentados contra turistas extranjeros, lo que a su vez repercutió negativamente en la economía ya que el turismo era el principal concepto de ingresos de divisas. También se registraron atentados contra políticos y figuras sociales no islamistas, además de contra la minoría cristiana copta.

El balance de las tres décadas que Mubarak estuvo en la presidencia ha sido analizado desde distintos puntos de vista. Algunos historiadores consideran que fueron treinta años de transición que posteriormente no cuajaron en el camino de la democracia. Otros creen que allanó el camino para la situación actual, donde la represión se ha incrementado y la economía se deteriora día a día en un país que este mes de febrero alcanzó una población de 100 millones de habitantes.