El régimen egipcio sigue sin poder desactivar el movimiento de protesta popular en la calle, a pesar de que los manifestantes lograron ayer una nueva victoria política --para ellos, insuficiente--. La cúpula al completo del hasta ahora todopoderoso Partido Nacional Democrático (PDN), incluido Gamal, el hijo del presidente Hosni Mubarak, que estaba el frente del influyente comité político, dimitió de sus cargos. El partido ha pasado a manos del sector considerado más aperturista. Una medida con la que el poder intenta convencer a la oposición de que las promesas de reformas van en serio.

Pero aquellos que desde hace 12 días mantienen su lucha en la plaza Tahrir (Liberación), que ayer volvió a ser escenario de movilizaciones, no se fían. La batalla no cesará hasta que Mubarak, que no ha dimitido como presidente del PND como se informó erróneamente en un principio, parta de una vez al exilio.

Una exigencia que ya no es unánime entre el movimiento de protesta, que se ha escindido en dos. No son pocos los que creen que es tiempo de volver a casa y recuperar la normalidad. Les basta con que el rais deje el poder cuando expire su mandato, en otoño, como anunció hace unos días, y que la carrera política de Gamal, que era el llamado a sucederle, se haya hecho añicos. Además, la crisis ha dejado exhausta la economía del país y el dinero, ya de por si escaso, empieza a faltar en los hogares de millones de egipcios.

PERFIL BAJO Mientras Mubarak reunió ayer a parte de su Gabinete, los del sector económico y productivo, los dos militares que parecen pilotar realmente la crisis, el vicepresidente, Omar Suleiman, exjefe de los servicios de inteligencia, y el primer ministro, Ahmed Shafiq, intensificaban el diálogo con grupos opositores. No parece que lo hayan hecho con los Hermanos Musulmanes, los islamistas moderados y principal fuerza de la oposición, que exigen para sentarse a negociar la caída de Mubarak.

"Una vez que vean que otros negocian, estoy seguro de que lo harán o se quedarán solos", afirmó ayer Safhiq a la televisión pública, que también ha hablado con una delegación de los manifestantes que mantiene ocupada la plaza Tahrir.

Hasta ahora los dirigentes de la oposición, apenas visible antes de la revuelta, excepto los islamistas, mantienen un perfil bajo. No desean robar el protagonismo a los jóvenes activistas, los verdaderos impulsores de las marchas de protesta. "No representamos a los jóvenes, pero estamos en contacto con ellos", dijo uno de los miembros del llamado Comité de Sabios, formado por intelectuales, empresarios, artistas y diplomáticos egipcios, que ya se han reunido en dos ocasiones con Suleiman para pedirle que aparte del poder a Mubarak, asuma él la presidencia, disuelva el Parlamento y levante el estado de emergencia, vigente en el país desde que el rais asumió el mando en Egipto hace 30 años.

Los manifestantes de Tahrir temen que si merma la presión en la calle, el régimen lleve a cabo tímidas reformas. Por eso para hoy han vuelto a convocar una