En la larga campaña electoral hemos aprendido varias cosas de Barack Obama. Por ejemplo, que es un pésimo jugador de bolos. En cambio, sabemos que es un muy buen jugador de baloncesto, con buena muñeca, mejor finta y visión de juego. En su campaña había una superstición: en los días importantes, si Obama practicaba unos tiros las cosas iban bien. Si no, no tanto.

Algo, pues, habrá que hacer cuando el presidente electo se mude a la Casa Blanca, porque la residencia oficial tiene 135 habitaciones, una piscina, pistas de tenis, un fastuoso jardín y una bolera que mandó construir Truman en 1947 y que Nixon amplió en 1969. Pero no hay pista de baloncesto. "Quitaremos la bolera de la Casa Blanca y pondremos una cancha de baloncesto", bromeó Obama en la campaña.

Lo del baloncesto será una de las cosas menos importantes que afronten los Obama en su mudanza desde el barrio de Kenwood de Chicago hasta el 1600 de la avenida de Pensilvania, en Washington DC. Una de las prioridades serán las dos niñas, Malia, de 10 años, y Sasha, de 7, las dos menores más pequeñas en llegar a la Casa Blanca desde que Amy Carter se mudó a los 9 años. Ayer la agenda de Obama incluía una reunión con los profesores en la escuela de una de sus hijas.

Sobre Michelle Obama recaerá el peso de la mudanza. No en vano ya ha dicho que su función en la Casa Blanca será la de "mamá en jefe". The New York Times recogía opiniones de amigas de la nueva primera dama, de ese pequeño grupo con el que los Obama acostumbraban a compartir pizzas cada sábado por la noche, describiendo a Michelle como una mujer fuerte que hará lo posible para que la presión sobre su familia afecte lo menos posible a sus hijas.

La primera decisión importante será elegir escuela. Es un asunto muy delicado si se tiene en cuenta, entre otras cosas, que Sasha y Malia llevarán allí donde vayan a los guardaespaldas del servicio secreto. Jimmy Carter, por ejemplo, optó por enviar a su hija a una escuela pública para predicar con el ejemplo de sus políticas educativas. El resultado fue un desastre, ya que la pequeña no podía jugar en el patio porque estaba demasiado cerca de la calle. The Washington Post publicaba las opiniones que ya circulan por Washington sobre qué escuelas elegirán los Obama, y se apuesta por instituciones privadas como a la que fue Chelsea Clinton (12 años cuando se mudó).

La ventaja es que estas escuelas privadas están preparadas para proteger la intimidad de los hijos de políticos. Además, el sistema público de Washington DC es uno de los peores del país. El inconveniente, como decían ayer en The Chicago Tribune amigos de la familia, es que los Obama y su entorno forman un núcleo muy cerrado en el que las niñas están protegidas a través de una red de complicidades. El entorno, pues, será brutalmente nuevo. Y estamos en un mundo de Facebooks, Myspaces, Twitters, Youtubes y cámaras en los móviles que no tiene nada que ver con el de las hijas de Carter y Clinton, y con un país dispuesto a convertirlas en princesas. No hay que olvidar que si todo va bien para su padre, Malia saldrá de la Casa Blanca con 18 años, y Sasha, con 15. En plena adolescencia.

Ballet y fútbol

Durante la campaña, Obama solía decir que se ha convertido en un "padre a tiempo parcial". Aun así, ha admitido que una de las condiciones de Michelle antes de empezar este largo camino fue que viera a sus hijas una vez a la semana. Por eso una imagen habitual será verlo como un padre más en sesiones de ballet o partidos de fútbol, las actividades extraescolares favoritas de sus hijas.

Otra decisión que deben tomar los Obama es dónde vivirá Marian Robinson, la madre de Michelle y una figura imprescindible en la familia. Niñera oficial, su presencia es vital para Sasha y Malia. Así que no sería extraño que EEUU pase a tener una primera abuela, símbolo de la situación de muchas familias en todo el país.

Por ahora, las prioridades son logísticas. Al margen de la visita del lunes, cuando Michelle y Laura Bush recorrerán la mansión, a los Obama les proporcionarán un libro con fotos de los muebles. Algunas cosas no pueden tocarse; otras sí. Sasha y Malia, si quieren, pueden llevarse sus camas de Chicago. Y en su habitación, colgar los pósteres que quieran. Les entusiasman Harry Potter y Beyoncé.