Nunca debo olvidar aquella noche, la primera noche en el campo, que ha convertido mi vida en una larga noche, siete veces maldita y siete veces sellada”. En 1955 Elie Wiesel escribió ‘La noche’, las estremecedoras memorias de su paso por los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald, del que fue liberado cuando tenía 16 años. Aquel libro no tardó demasiado en tornarse en un clásico de la literatura sobre el Holocausto y concedió a Wiesel suficiente popularidad para convertirse en una autoridad moral sobre la materia. Luego llegarían mucha novelas y ensayos más, pero fue su activismo para preservar la memoria de la Shoa y educar a las nuevas generaciones lo que le valió el premio Nobel de la Paz y numerosos reconocimientos.

Wiesel falleció el sábado en su casa de Manhattan (Nueva York). Tenía 87 años. “Era un individuo único y verdaderamente extraordinario con muchas dimensiones”, escribió el consejero general del Congreso Mundial Judío, Menahem Rosensaft, tras anunciar su muerte. “Nunca presumió de su judaísmo ni trató de imponérselo a otros. En su lugar, trató de explicar sus misterios y transmitir su amor a la religión, la cultura y la tradición judías”.

Nacido en Sighet (Rumania) en 1928, la vida de Wiesel se torció tras la ocupación húngara de la región en 1940. Después de que los judíos de la localidad fueran confinados en un gueto, fueron trasladados a los campos de concentración de la Alemania nazi. Su madre y una de sus hermanas murieron en las cámaras de gas. Su padre, que estaba ya enfermo de disentería, pereció de una paliza de un soldado de las SS tras ser obligado a marchar hasta el campo de Buchenwald. Esos y otros eventos formaron parte de ‘La noche’.

Después de la guerra, Wiesel se trasladó a Francia, donde estudió en La Sorbona y trabajó como periodista para diarios franceses e israelís. Enviado a Nueva York para cubrir las Naciones Unidas en 1955, se quedó a vivir en la ciudad y en 1963 obtuvo la ciudadanía estadounidense. Durante su larga carrera, Wiesel publicó más de 40 libros y dio clases en algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.

En 1986 recibió el premio Nobel de la Paz por su combate contra el olvido y por su trabajo para promover la paz. El comité lo describió como “un mensajero de la humanidad”. “He tratado de mantener la memoria viva, y he intentado luchar contra aquellos que olvidarán porque, si olvidamos, somos culpables, somos cómplices”, dijo durante el discurso de aceptación.

Wiesel tuvo también sus críticos porque, si bien hizo campala contra las atrocidades en Darfur o la antigua Yugoslavia, su apoyo hacia las políticas del Estado de Israel respecto a los palestinos fue incondicional y sin fisuras. Académicos como el judío Norman Finkelstein lo acusaron de explotar el Holocausto para beneficiar políticamente a Israel. En el Estado judío, su labor para concienciar al mundo de los horrores del Holocausto fue reconocida mediante numerosas distinciones. El primer ministro Ehud Olmert llegó incluso a ofrecerle la presidencia del país, según se especuló en su momento, pero Wiesel la declinó, lo que dio pie a que Shimon Peres asumiera el cargo.