Decenas de mujeres congresistas se vistieron de blanco para asistir al discurso de la Unión de Donald Trump. Es el color de las sufragistas de hace cien años. Sus ideales, que iban más allá del derecho al voto, vuelven a estar amenazados por fuerzas ultraconservadoras, machistas y xenófobas. Se trata de defender la esencia de la democracia, pelear por los derechos.

Detrás del presidente estaba Nancy Pelosi, la mujer con más poder en Washington. Lleva toda una vida en política. Conoce los despachos, los pasillos y las cañerías de Washington. Ha vivido éxitos y fracasos, y de todos ha aprendido. A un mes de cumplir 79 años, está embarcada en su última gran misión: ayudar a derrotar a Trump. Tiene lo que le falta al presidente: inteligencia emocional, lectura de la realidad y visión. No lleva ni dos meses en el cargo, que recupera -fue presidenta de la Cámara de Representantes en los dos primeros años de Barack Obama-, y ya le ha metido dos goles por la escuadra al inquilino de la Casa Blanca. Le negó el dinero para su muro y no le permitió pronunciar el discurso de la Unión en la fecha prevista, no hasta que abriera el Gobierno cerrado durante 35 días.

El presidente cedió y abrió la Administración por tres semanas como gesto de buena voluntad. Hay quien sostiene que lo hizo para pronunciar su anhelado discurso de la Unión, un acto televisivo solemne. Pelosi le había retirado la invitación tras invocar razones de seguridad. Trump respondió que lo daría en tiempo y lugar. Después, informado sobre lo que significa la separación de poderes y de que Pelosi es la jefa de la Cámara de Representantes, donde se pronuncia, tuvo que plegarse. Fue una derrota rotunda, a la vista de todos.

Pugna en las redes

La Cámara de Representantes y el Senado suman 127 mujeres. Aún muy lejos de la paridad. El 25% de los 100 senadores son mujeres. En la Cámara baja están peor, de 435 representantes, solo 102 mujeres. Más allá de los números, algo importante, hay que destacar dos aspectos: el récord de mujeres que disputaron las primarias demócratas y el perfil de las recién llegadas. Muchas pertenecen a minorías, son jóvenes y tienen un discurso social que en EEUU suena a socialista. Bernie Sanders y Elisabeth Warren ya no están tan solos.

Estas nuevas políticas han pasado a disputar a Trump el control del mensaje en su territorio favorito. Alexandra Ocasio-Cortez se maneja con soltura en las redes sociales; también en las televisiones. Han aprendido a imponer su propia agenda y a no estar siempre detrás de la del presidente, que es lo que nos pasa a la mayoría de los periodistas. Ocasio-Cortez sabe moverse en ese mundo etéreo. Ridiculizó las críticas de la ultraderecha a un vídeo antiguo en el que salía bailando cuando era camarera, con uno de ahora, danzando de nuevo, pero esta vez en el Congreso.

Ocasio-Cortez colocó en el debate la situación de los migrantes con habilidad. Le bastó un pin con la foto de Jakelin Caal Maquín, la niña guatemalteca de 7 años muerta en diciembre bajo la custodia de la policía fronteriza, para que los medios hablaran de ella. No basta con quejarse, hay que pasar al contrataque. En España, sobre todo.

Es una guerra de desgaste que Trump encaja mal, y se le nota. Acaba el plazo de tres semanas que dio sin que haya habido negociaciones, ni ganas. ¿Debe olvidarse de su muro, forzar un nuevo cierre del Gobierno que le dañará o declarar un estado de emergencia poco justificable? Es un terreno en el que Pelosi se lo va a merendar políticamente. Tiene lo esencial: el control del compás.

En su discurso ante el Congreso, Trump atacó a los demócratas, les amenazó con paralizar el Congreso si le investigaban. También atacó al fiscal especial Robert Mueller que rastrea la pista rusa y las finanzas del presidente en la campaña electoral. Es una partida de ajedrez en la que primero caen los peones, después los caballos y los alfiles. Aún falta el jaque mate.

Kamala Harris será una de las estrellas de las primarias que comenzarán en febrero del 2020. Fue fiscala general de California, un puesto en el que no mostró un perfil tan progresista como el que trata de proyectar ahora como senadora. Muchos politólogos dicen que para derrotar a Trump se necesita un perfil centrista. Harris tiene carácter, como demostró en las audiencias al juez Brett Kavanaugh. Será un hueso. Si aceptamos que Trump es el jefe de los caminantes blancos (criaturas sobrenaturales que amenazan a la humanidad en Juego de tronos), y sin estropear el final de la serie, se puede decir que si el jefe supremo muere (políticamente), se esfumará su ejército de bolsonaros y casados. Solo necesitamos un arma, y tiene nombre: principios.