La incorporación masiva de la mujer a la revuelta egipcia ha dado una nueva dimensión a la protesta. En la manifestación del pasado martes, la mayor registrada hasta ahora, la plaza Tahrir se llenó de madres de familia con sus hijos y de jóvenes con un mensaje muy claro al régimen: "Nosotras también hemos perdido el miedo". Hasta entonces, las mujeres habían mostrado un perfil bajo en la plaza, epicentro de la rebelión, debido a la extrema violencia que se enseñoreó del centro de la ciudad en los días previos, pero desde sus casas han mantenido vivo el espíritu de la rebelión en sus barrios.

"El papel que está desempeñando la mujer en esta revolución es extraordinario", afirma Amal Abdel Hadi, de 68 años, directora de la Fundación de la Nueva Mujer (NWF, en sus siglas en inglés), que desde 1984 lucha por la democracia, la libertad y los derechos de la mujer egipcia. "Su participación en esta revolución no es mayor ni menor que la de los hombres porque aquí es la sociedad egipcia en su conjunto la que con una sola voz pide la dimisión de Mubarak y un cambio de régimen", asegura.

"Todos sufrimos"

Las hay que no dejan de arengar a los manifestantes o encabezan marchas en la plaza. Las más jóvenes, con velo o sin, son las más activas, pero hay también madres de familia que no dejan de gritar con sus hijos pequeños en brazos o cogidos de la mano. Salma, maestra de 48 años y madre de dos adolescentes, lleva colgado del cuello un cartel con las fotos de parte de los "mártires" de la revuelta. "Las mujeres mantenemos los mismos sentimientos que los hombres en esta revolución: la injusticia y la corrupción. Y somos todos, hombres y mujeres, los que sufrimos los mismos problemas e igual grado de frustración bajo este régimen".

Las mujeres egipcias han logrado importantes avances en sus derechos en las últimas décadas. La activista de derechos humanos recuerda con orgullo como Egipto fue pionero en el mundo árabe en "lograr el derecho al voto para las mujeres en 1956, antes que muchas europeas, y la igualdad de salario con los hombres en 1961". Sin embargo, en el terreno laboral, tan solo el 20% de mujeres egipcias en edad de trabajar tienen un empleo estable. Y las que lo tienen, están lejos de acceder a puestos de responsabilidad. En el terreno educativo pasa lo mismo.

En este país, donde un maestro gana apenas 600 libras egipcias al mes (unos 80 euros), la pobre educación pública impide a millones de niñas adquirir un mínimo de nivel académico. La escasa formación y el peso de una tradición que las recluye en casa anula cualquier posibilidad de progreso. El analfabetismo en las mujeres mayores de 15 años alcanza el 56% y entre las de 15 y 25 años, el 33%. Gran parte de las que no saben leer y escribir se concentran en las zonas rurales y barrios populares.

"La NWF no tiene vías para llegar a este segmento de la población, olvidada por el régimen y empobrecida. Si no tienes democracia, no puedes tener libertad de pensamiento, y los islamistas tiene al menos las mezquitas", dice Hadi. A pesar de que no es una tradición del islam y los máximos dirigentes religiosos del país han instado a detener esta práctica, calificándola de "pecado", el 95% de las mujeres casadas egipcias menores de 50 años han sido sometidas a la ablación.

En Tahrir, mujeres iletradas protestan y trabajan codo a codo con jóvenes adineradas que han estudiado en las mejores escuelas y universidades privadas del país y del extranjero. Algunas de ellas han organizado brigadas que se dedican a limpiar la plaza donde miles de personas duermen al raso o en improvisadas tiendas de campaña. Otras se han ofrecido voluntarias para controlar a las mujeres que entran en la plaza, elaborar pancartas reivindicativas o repartir alimentos y mantas.

Eman, de 22 años, es una de ellas. Se incorporó ayer por primera vez a la movilización de Tahrir. Vecina de Maadi, un barrio acomodado del sur de la ciudad, allí colaboró en una campaña de donación de sangre para abastecer los hospitales y participó en el reparto de alimentos en barrios pobres.