Barack Obama ha sido sin duda el hombre del año 2008. Pero lo que el mundo espera ahora de él es que también lo sea en el año que empieza. El próximo día 20, cuando sea mediodía en Washington, llegará la hora de la verdad. Y desde las escaleras del Capitolio, el 44º presidente de EEUU no va a atisbar un panorama fácil para cumplir con las inmensas expectativas que esa oleada de ilusión llamada Obamamanía ha generado en todo el planeta.

La primera, en la frente. Al campeón de la esperanza le tocará gestionar una crisis económica de enormes proporciones y de alcance global. Por si eso fuera poco, hereda de su antecesor dos guerras en marcha, Afganistán e Irak. El legado de George Bush incluye asimismo un Oriente Próximo convertido en un avispero, con Irán desafiante y el conflicto palestino en un callejón sin salida. Y algo quizá peor: la erosión de la imagen y de la credibilidad de Estados Unidos en el mundo, con la cárcel de Guantánamo como símbolo inequívoco.

PROMESAS AMBICIOSAS A todo ello hay que sumar las ambiciosas promesas de Obama, como la regeneración de la política de Washington poniendo coto a los poderosos lobis y el cambio de modelo energético hacia un mundo sostenible. Y luego están las expectativas más o menos justificadas que la sólida imagen proyectada por el futuro presidente a lo largo de sus campañas --por la nominación demócrata primero y por la Casa Blanca después-- ha ido creando en cualquier rincón del mundo. Algunas de ellas difíciles de cumplir y otras, directamente contradictorias. Progresistas y conservadores, wasps , negros, hispanos y demás, europeos y africanos, israelís y palestinos, pacifistas, ecologistas e incluso el Comité de Acción Política sobre el Fenómeno Extraterrestre --que le ha pedido la desclasificación de la información del Ejército sobre los ovnis-- están a la espera. Veremos si we can con todo. Eso sí, Obama va a afrontar la que se le avecina armado de un capital de entusiasmo colectivo que quizá solo tenga un precedente en la carismática figura de John F. Kennedy. Caroline, la hija del presidente asesinado, anunció su apoyo al entonces candidato bajo un título elocuente: Un presidente como mi padre .

PRAGMATISMO E INTEGRACION Los primeros pasos del presidente electo han ido encaminados a definir nítidamente su prioridad: lidiar con la crisis económica. Pero también a mostrar pragmatismo y capacidad integradora. Prueba de ello es ver en puestos clave de su equipo tanto a su correosa rival en las primarias, Hillary Clinton --futura jefa de la diplomacia--, como a prestigiosos independientes, excolaboradores del presidente Clinton e incluso un miembro tan relevante de la Administración de Bush como su secretario de Defensa, Robert Gates.

Las encuestas dicen que los estadounidenses están eufóricos con Obama. Según The Washington Post , el 75% apuesta por la lucha contra el calentamiento global; el 77%, por la reforma del sistema de salud, y asimismo amplias mayorías defienden sus propuestas de estímulo econó- mico y esperan que ponga fin a la guerra de Irak. Las decepciones serán inevitables --para más de uno, su silencio ante el ataque israelí a Gaza puede haber sido la primera--. Pero hoy por hoy se impone la visión que otro famoso optimista, José Luis Rodríguez Zapatero, reflejaba días atrás en el diario El Mundo : "La victoria de Obama ha traído fuerzas nuevas al bando de la política. Aun a sabiendas de la frágil textura de las ilusiones humanas, solo se puede hacer política con ilusión".