La misma comunidad internacional que asistió sin levantar demasiado la voz a los 22 días de ofensiva israelí en Gaza, se volcó ayer para reflotar la economía palestina y reconstruir la devastada franja mediterránea. Los representantes de más de 75 países se comprometieron en el balneario egipcio de Sharm el Sheij a inyectar 4.481 millones de dólares (unos 3.561 millones de euros) en las arcas palestinas. Pero las promesas de liquidez no bastan para reconstruir Gaza. Sin el fin del bloqueo fronterizo israelí y una reconciliación política palestina será imposible reanimar al enfermo terminal.

Como ocurrió en París en diciembre del 2007, en la última conferencia de donantes celebrada para insuflar fondos a la eternamente dependiente Autoridad Nacional Palestina (ANP), las cantidades comprometidas superan con creces las expectativas. Arabia Saudí, los emiratos del Golfo, EEUU y la UE aportarán el grueso, y España pondrá 180 millones de euros.

Parte del dinero se destinará a la reconstrucción de Gaza y a la ayuda de emergencia para la legión de dependientes de la comida de las oenegés y para las miles de familias que sobreviven a la destrucción de sus casas en tiendas de campaña. El resto irá a sufragar los sueldos de los funcionarios de la ANP.

Pero para que que arranque la reconstrucción, coincidieron ayer varios de los ponentes de la cumbre, Israel debe antes abrir las fronteras, selladas desde hace más de año y medio. "La situación en los pasos fronterizos es intolerable. No se permite el acceso ni de los trabajadores humanitarios ni de los bienes esenciales", denunció el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. No miente. En Gaza no entra ni cemento, ni vidrio, ni aluminio o siquiera libros de texto. Y las restricciones tienen pocos visos de cambiar.

El Gobierno israelí ha supeditado la reapertura fronteriza a la liberación del soldado Gilad Shalit, un asunto que no acaba de resolverse y que podría quedar indefinidamente empantanado cuando la derecha tome en unas semanas el relevo en Israel. Además Tel-Aviv ya ha dicho que cada proyecto de reconstrucción debe ser antes aprobado por su Gobierno para evitar que pueda beneficiar a Hamás.

El segundo gran obstáculo para reparar el desaguisado está ligado a la división política palestina. Ninguno de los donantes está dispuesto a tratar con el Gobierno de Hamás en Gaza, considerado por muchos una organización terrorista. De hecho, los islamistas ni siquiera fueron invitados a la cumbre. El dinero se transferirá por tanto a la ANP.

A DISTANCIA "Hemos trabajado con la Autoridad Palestina para definir salvaguardas que aseguren que nuestros fondos llegan a sus destinatarios, y no terminen en las manos equivocadas", dijo la nueva secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton. Pero el problema es que la ANP no tiene ningún poder en Gaza. Sus oficiales pretenden transferir los fondos a la franja a través de la ONU y el Banco Mundial y trabajar con subcontratas.

Una misión complicada. "No se puede reconstruir Gaza por control remoto. Para edificar un barrio necesitas estar presente. De otro modo se abre la puerta a la ineficiencia y la corrupción", decía ayer a este diario el economista de Gaza Omar Shaban. La única solución pasa por la difícil reconciliación entre Al Fatá y Hamás, cuyos representantes negocian estos días en Egipto.

En Sharm el Sheij muchos dirigentes hablaron también de sentar las bases para relanzar el proceso de paz. No les queda otra si no quieren seguir pagando lo que Israel destruye. Pero las perspectivas no son buenas. Paz Ahora reveló ayer que Israel planea la construcción de 73.000 nuevas viviendas en los asentamientos. De materializarse el proyecto, parte del cual ya ha sido aprobado, se doblaría la población de colonos judíos en la Cisjordania ocupada.