El presidente de Pakistán, el general Pervez Musharraf, descartó finalmente ayer proclamar el estado de excepción, tras escuchar los consejos de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, y sortear las intensas presiones favorables a la medida de su coalición gubernamental. Musharraf, asimismo, se comprometió a respetar el calendario electoral y a celebrar comicios "libres y transparentes", pese a la atmósfera de violencia e inestabilidad que se ha adueñado de amplias regiones del país. En el caso de haber sido aprobado el estado de excepción, el general Musharraf habría podido prorrogar durante 12 meses la legislatura, además de restringir en su provecho las libertades civiles en Pakistán.

"El presidente piensa que no hay necesidad alguna de imponer el estado de excepción", proclamó el ministro de Información, Mohamed Alí Durrani, poniendo punto final a la oleada de rumores. El responsable admitió que el general Musharraf había sido objeto de "presiones para imponer el estado de excepción" durante las horas precedentes, pero precisó que el presidente creía "en la celebración de elecciones libres".

DECISION FINAL En la decisión final probablemente ha tenido mucho que ver Rice, quien llamó por teléfono durante la noche al presidente paquistaní, después de que salieran a la luz las primeras informaciones de que el presidente contemplaba adoptar semejante medida de fuerza. De hecho, horas después de que Musharraf descartara la medida, el presidente estadounidense, George Bush, se declaró a favor de convocar en Pakistán "elecciones libres y justas". "Eso es de lo que hemos hablado con él Musharraf y esperamos que haga", recalcó Bush.

Lo cierto es que la coalición gobernante tenía todas las de perder si se mantenía el calendario electoral. Además, la popularidad de Musharraf está bajo mínimos, después de que intentara en vano destituir al juez más respetado del país y, en varias ocasiones, han intentado asesinarlo. Además, la amenaza de ataques aéreos contra los santuarios de Al Qaeda y de los talibanes a lo largo de la frontera con Afganistán hacían prever desórdenes de importancia.

Todo ello desencadenó el miércoles una avalancha de rumores de que el presidente se disponía a decretar el estado de excepción, rumores que llegaron a ser dados como ciertos por algunos canales de televisión. Horas más tarde, un miembro del círculo de allegados del presidente Musharraf precisó que las especulaciones no eran más que un simple globo sonda lanzado por el jefe del Estado para comprobar cuál sería la reacción en el caso de que fuera adoptada.

La respuesta fue más bien negativa. La Bolsa de Karachi cayó en más de un 4% minutos después de abrirse, y su índice de valores finalizó la jornada un 3% por debajo que el día anterior. Desde el exilio, la exprimera ministra Benazir Butto, cabeza visible del principal partido de la oposición, declaró que ello sería perjudicial para una turbulenta nación que espera un grado mayor de democracia.

Shanbaz Sharif, líder de la Liga Musulmana y hermano del exprimer ministro Shanbaz Sharif, opinó que el estado de excepción tendría como único objetivo impedir el regreso a Pakistán de "dos pilares del país", en alusión a los líderes opositores.