La partida de póquer que parecen jugar el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, y la líder opositora, Benazir Bhutto, se complica por momentos. A la vista de que Bhutto le aguantaba el farol del anuncio de las elecciones y mantenía la convocatoria de una movilización, Musharraf optó por doblar la apuesta y someter a la exprimera ministra a un arresto domiciliario --que le fue levantado horas después-- para que no pudiera acudir a ella.

Pese a que lleva meses negociando un reparto del poder con Musharraf, la líder opositora había decidido desafiar el estado de excepción, aunque fuera cuatro días después de su entrada en vigor. La respuesta del Gobierno fue confinarla para, según el ministro adjunto de Información, Tariq Azeem, "impedirle que se expusiera a las amenazas muy graves de atentado suicida" que se cernían sobre la manifestación opositora de ayer en Rawalpindi, ciudad vecina a la capital, Islamabad.

Cientos de policías rodearon la casa de Bhutto e imposibilitaron su participación en el acto, en el que sus partidarios fueron reprimidos con gases lacrimógenos. Sin embargo, el trato que recibió la exprimera ministra permite pensar que, a pesar de los acontecimientos de los últimos días, sigue siendo considerada por el presidente Musharraf como una potencial aliada.

En efecto, los agentes le permitieron superar dos controles con su coche, antes de que en un tercero vehículos blindados le cerraran el paso. Asimismo, a diferencia de lo ocurrido con otros líderes opositores desde la instauración del estado de excepción, pudo hablar por teléfono con los medios y posar ante las cámaras frente a las alambradas.

PRESION DE EEUU "Soy vuestra hermana, no voy armada. Lucho por la democracia", le dijo Bhutto a un oficial de policía que finalmente la dejó pasar, en el primer control. En el tercero, antes de volver a su domicilio, la líder opositora pudo dirigirse a sus partidarios: "No quiero que Pakistán se convierta en Irak. Debo salvaros", les dijo a través de un megáfono, y exigió nuevamente a Musharraf "que restaure la Constitución, se quite el uniforme y convoque elecciones para el 15 de enero. Entonces todo estará bien", aseguró.

Al conocerse el arresto domiciliario de la primera ministra, Washington reaccionó como impulsado por un resorte. El portavoz de Seguridad Nacional, Gordon Johndroe, reclamó "libertad de movimientos" para Bhutto, así como la liberación de los miles de detenidos. Posteriormente, el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, fue más allá al exhortar a Musharraf a poner fin al estado de excepción y fijar una fecha concreta para las elecciones.

Los motivos de seguridad esgrimidos por el Gobierno para confinar a Bhutto --quien el 18 de octubre, a su regreso del exilio, salió indemne de un atentado que causó 139 muertos-- se basaban en que la policía había informado de la llegada a Rawalpindi de varios suicidas. En todo caso, fue en Peshawar (noroeste) donde se vivió ayer el terror. Un kamikaze logró entrar en la casa del ministro de Asuntos Políticos, Amir Muqam, e hizo estallar una bomba que mató a cuatro personas e hirió a cinco más. El ministro, un hombre próximo a Musharraf, resultó ileso.