De triunfadores a derrotados en menos de 24 horas. Los islamistas moderados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) se despertaron ayer con el sinsabor de quien ha rozado el éxito durante toda la campaña electoral, pero no ha visto cumplidas sus expectativas. Fue como un globo deshinchado.

Según los resultados, todavía no definitivos, que facilitó anoche el ministro del Interior, Chakib Benmusa, los ganadores son los nacionalistas del partido Istiqlal, que obtuvieron 52 escaños, de un total de 325. Le siguen los islamistas, con 47; el Movimiento Popular, con el 43; y, por último, los socialistas de la USFP, con tan solo 36 escaños.

La participación fue otra de las grandes protagonistas de la jornada. Solo votaron el 37% de los electores, pese a que el Gobierno se había marcado superar la participación del 2002, que fue del 52%.

En Rabat se hablaba ya de alianzas y coaliciones. No se descarta que los mismos partidos que estaban en el Gobierno marroquí, los nacionalistas y las llamadas fuerzas de la izquierda, vuelvan a aliarse y dejen fuera a los islamistas.

IRREGULARIDADES Poco antes de la comparecencia del ministro, Abdel Baha, de la secretaría general del PJD, especulaba con los escaños y denunció la supuesta compra de votos: "Ha corrido mucho dinero". El número dos del partido, Lachen Daudi, afirmó que los ayuntamientos eran los responsables de esas irregularidades. "Calculamos que un 17% de los marroquís no han encontrado su papeleta electoral y los han mareado de un lado para otro", denunció.

Maati Monjib, historiador de la Universidad de Rabat, se mostró decepcionado por la poca transparencia de las elecciones. "No se trata del PJD, la cuestión es que el majzen --entorno del rey-- no quiere ningún partido político fuerte, ni siquiera a los realistas, solo quieren que la monarquía sea fuerte. Ha sido así desde la independencia", explicó. "El problema ha sido la compra de los votos pero por supuesto, con el beneplácito del Ministerio del Interior", añadió.

De hecho, durante el día de las votaciones, Daudi inesperadamente reconoció: "Hay mucho dinero corriendo y este es el problema. No se puede decir que hoy en día el Ministerio del Interior no haga bien su trabajo, pero los partidos no colaboran. No podemos tener una verdadera democracia sin partidos verdaderamente democráticos".

Daudi estaba exultante y parecía que realmente sí creía en la nueva etapa política gracias a que el Ministerio del Interior había hecho bien su trabajo.

Ayer, otro miembro del partido matizaba el discurso y, sin acusar directamente a nadie, afirmó: "Habría que preguntar al ministerio si ha hecho todo lo que ha podido para combatir la corrupción". Las dudas estaban encima de la mesa, pero nadie parecía atreverse a enemistarse directamente con Interior, o sea, con el rey Mohamed VI y su influyente entorno.

DESAFIO Durante la campaña electoral, los islamistas daban por sentado su triunfo. Todo el mundo lo hacía. Habían esperado desde la fundación del partido, en 1996, para llegar al Gobierno. Y ahora era el momento. En las elecciones del 2002, en las que solo se presentaron en el 60% de las circunscripciones, consiguieron 42 escaños. Esta vez, habían apostado por 94 circunscripciones de 95. Era todo un desafío para un partido que tiene sus apoyos entre la clase media y baja de las ciudades.