La cita estaba prevista para esta semana y había despertado una enorme expectación. A finales del mes pasado, Donald Trump anunció una rueda de prensa para explicar cómo pretende resolver la infinidad de conflictos de interés que se derivan de sus negocios, un imperio empresarial con campos de golf, hoteles, productos de consumo o edificios de apartamentos en una veintena de países. Pero tres días antes de la comparecencia la canceló indefinidamente, antes de terciar al respecto en Twitter. Trump dijo en las redes que pondrá a sus hijos Don y Eric al frente de la compañía, y que durante su etapa en la Casa Blanca, la Trump Organization no cerrará nuevos negocios. Ese arreglo no ha convencido a nadie, entre otras cosas, porque su prole está participando en las reuniones con mandatarios extranjeros y grandes empresas estadounidenses.

Nadie sabe exactamente cuáles son los vínculos empresariales del neoyorkino y hasta dónde llegan. Trump es el único presidente electo desde los años setenta que no ha hecho públicas sus declaraciones de impuestos, donde constan sus activos y su pasivo o el nombre de los bancos y empresas a los que está ligado. Todo lo que se sabe viene de la declaración de 58 páginas que hizo en mayo ante la Oficina de Ética Gubernamental, un documento del que se deduce que tendría intereses financieros en cientos de empresas. Otros presidentes antes que él, optaron por vender sus activos o ponerlos en un ‘fondo ciego’ administrado por un gestor independiente para evitar cualquier sospecha de tratos de favor o soborno. Hasta ahora Trump no ha dado ninguna indicación de que vaya a hacer algo semejante.

PUERTAS ABIERTAS

Esta semana sus portavoces aseguraron que, “bajo ninguna circunstancia”, Trump recibirá informes sobre sus negocios. “Además tampoco se opone a que haya restricciones a la hora de hablar con su familia respecto a esos negocios”, dijo Hope Hicks. Pero esas salvaguardas se antojan insuficientes porque, al fin y al cabo, los hijos ya saben lo que quiere el padre y Trump no les ha cerrado las puertas del gobierno. Todo lo contrario. Sus tres hijos mayores asistieron recientemente a la reunión con los primeros espadas de la industria tecnológica de Sillicon Valley. No está claro si lo hicieron para escuchar sus propuestas o para olfatear oportunidades de negocio.

Muchos de los conflictos de interés presentan problemas inminentes y hay quien piensa que Trump tendrá que enfrentarse a un ‘impeachment’ si no resuelve pronto el asunto. Por ejemplo, su socio en Filipinas, donde está construyendo un complejo de apartamentos de lujo, es Jose E.B. Antonio, el mismo promotor inmobiliario que fue nombrado por el presidente filipinocomo enviado especial para EE UU después de que el republicano ganara las elecciones. Otro ejemplo tiene que ver con el Deutsche Bank, al que el Departamento de Justicia quiere imponer una multa de 14.000 millones de dólares por sus tejemanejes durante la crisis financiera. Trump tiene préstamos con el banco alemán por valor de más de 350 millones. Si su Administración opta por retirarle la multa, la duda será inevitable: ¿lo hizo porque era lo correcto o para devolverle el favor a su prestamista?