EEUU ha hecho su parte para rebajar la tensión. Israel todavía no. Después de que durante la semana el presidente Barack Obama quitara hierro a la crisis diplomática con el Estado judío, dejándola en un mero "desencuentro", Binyamín Netanyahu mantuvo vivo su desafío horas antes de viajar a Washington. El primer ministro israelí aseguró ayer que su país seguirá edificando en la Jerusalén palestina, como han hecho todos sus predecesores en los últimos 42 años. "En lo que a nosotros concierne, construir en Jerusalén es como construir en Tel-Aviv", declaró.

Las palabras de Netanyahu forman parte de una carta que ha enviado personalmente a la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, para responder a las exigencias que esta le planteó el pasado jueves en un conversación telefónica de casi 45 minutos. Entre otras cosas, Clinton le pedía que revocara la orden para construir 1.600 nuevas casas en el asentamiento ultraortodoxo de Ramat Shlomo.

Esa iniciativa, anunciada en plena visita del vicepresidente Joe Biden, dio origen a "la peor crisis diplomática con EEUU en 35 años", según el embajador israelí en Washington, y de momento ha frenado la reanudación del proceso de paz con los palestinos. Netanyahu coincidirá hoy con Clinton en la conferencia del AIPAC, el lobi proisraelí más poderoso de Washington, y el martes se reunirá muy probablemente con Obama por iniciativa de la Casa Blanca.

Y es que parece que Washington quiere pasar página. El pulso con Israel suele tener un coste político altísimo para los presidentes que lo han intentado, como Jimmy Carter. Quizás por eso, o por miedo a que la extrema derecha que gobierna en Israel decida atacar Irán unilateralmente, EEUU está apostando por la distensión. Ayer regresó a Jerusalén su enviado especial a la región, George Mitchell, una semana después de que cancelara su viaje como protesta por el anuncio de Ramat Shlomo.