El primer ministro israelí en funciones, Binyamin Netanyahu, se fue a dormir bien entrada la madrugada de ayer anunciando que su partido, el Likud, líder de la derecha israelí, había conseguido «una victoria gigante» en las terceras elecciones legislativas que ha celebrado el país en once meses, y que podía contar con el apoyo de 60 de los 61 diputados necesarios en la Kneset (Parlamento israelí) para formar gobierno. Pero con el 90,7% de los votos escrutados, el Likud se mantiene a la cabeza, aunque con 35 escaños, en lugar de los 37 que le otorgaban ayer las proyecciones. Su rival, la coalición de centroderecha Azul y Blanco, encabezada por el exjefe del Estado Mayor Benny Gantz, se quedaría con 32 asientos en una Kneset de 120.

Para formar coalición de gobierno son necesarios 61 diputados. El bloque de fuerzas de ultraderecha, nacional-religiosas y religiosas ultraortodoxas los tiene mucho más al alcance que los blanquiazules. Si el recuento de votos mantiene las cifras actuales, los ultraortodoxos de Shas y Judaísmo Unido de la Torá conseguirían 10 y 7 escaños respectivamente y la formación Derecha obtendría 6.

Azul y Blanco tiene peores perspectivas para sumar 61 escaños. La tercera fuerza en el Parlamento será la Lista Conjunta, integrada por partidos mayoritariamente árabes, a la que el recuento da 16 asientos, su mejor resultado desde que se constituyó. Pero Gantz no va a gobernar con el apoyo árabe, o al menos eso dijo. Tampoco todos los integrantes de la Lista Conjunta quieren respaldarlo, sobre todo si no cambia sus políticas respecto a los palestinos.

POSIBLES PACTOS / Según el escrutinio, el ultraderechista laico Israel Nuestro Hogar tiene 7 escaños. Su líder, Avigdor Lieberman, dejó claro que no serán para Netanyahu si lo apoyan los religiosos, ni para Gantz si lo respaldan los árabes. No obstante, podría pactar en cualquier sentido.

Los que apoyan a Azul y Blanco son tres pequeños partidos de centro-izquierda que concurrían a las elecciones como Laboristas-Gesher-Meretz y tendrían 7 escaños.

Falta sumar el voto de los afectados por la cuarentena del coronavirus (4.000 de 5.600 electores), el de los soldados, los presos y los residentes en el extranjero, lo que podría modificar todo. Ahora sí viene de un escaño.

El Likud ya ha empezado a mover los hilos para convencer a algún opositor de que lo apoye. Una diputada de Azul y Blanco ha denunciado chantaje para obligarla a respaldar al Likud.

Hay varias opciones abiertas. Ni tan solo puede descartarse la formación de un gobierno de unidad nacional entre el Likud y Azul y Blanco. Aunque parece complicado porque los de Gantz no quieren ser socios de un primer ministro imputado por fraude, cohecho y abuso de poder en tres casos de corrupción. El juicio a Netanyahu, el primer jefe de gobierno imputado en Israel en el ejercicio de su cargo, empieza el 17 de marzo.

El embrollo judicial no parece haber alterado el voto de una buena parte de los ciudadanos, que aún ven a Bibi como el hombre fuerte que puede sacar a Israel de todos los apuros y ejecutar la política ultraderechista que aprueban. Hace unos días, Netanyahu prometió que si lo reelegían, la anexión de partes de Cisjordania a Israel, algo ilegal según la ley internacional, sería «cuestión de semanas».

«La mayoría del electorado ha emitido un voto abrumador de desconfianza respecto al poder judicial», opina Amnon Lord, columnista del diario más leído en Israel, el gratuito de derechas Israel Hayom. «El público ni siquiera ve las acusaciones como delitos y considera que palabras como soborno y abuso de poder están poco respaldadas por los hechos. Si los delitos molestaran al público, Netanyahu se habría ido hace mucho tiempo», dice.

Ben Caspit, del diario de derechas Maariv, cree que el camino lógico para Netanyahu es formar un gobierno de unidad centrista con Azul y Blanco que implique un acuerdo para alternarse en el cargo de primer ministro y le aseguraría las reformas. «Esta es la única solución lógica a la situación actual. Unas cuartas elecciones serían desastrosas», sentenció Caspit.