"Están yendo al grano". Así describía ayer en Jerusalén la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, la actitud de los líderes israelí y palestino en las incipientes negociaciones de paz. Tras su escala en el mar Rojo egipcio, las conversaciones prosiguieron ayer en la ciudad santa, mientras en Gaza algunas milicias opuestas al diálogo trataron de forzar una escalada de violencia con el lanzamiento de una docena de morteros sobre Israel. El Ejército hebreo respondió bombardeando los túneles de la frontera egipcia. Un trabajador palestino murió. Ya son cuatro desde el domingo. Todos civiles.

El Ejército israelí y otras fuentes consultadas en Gaza coinciden en que tras los últimos cohetes están facciones minoritarias como la Yihad Islámica. A principios de mes, Hamás reclamó su protagonismo matando a cuatro colonos judíos e hiriendo a dos más en Cisjordania. Pero en su feudo no quiere descontrol, por temor a una severa represalia israelí. La prueba es que el domingo detuvo a dos milicianos de los Comités Populares por lanzar cohetes.

Es también reseñable la moderación con la que responde por ahora el Gobierno israelí. Y es que ni su primer ministro, Binyamin Netanyahu, ni el presidente palestino, Mahmud Abbás, quieren que EEUU les responsabilice de un posible fracaso.

La predisposición de ambos parece convencer a la superpotencia. "He hablado muchas horas con ellos y creo que son sinceros", dijo ayer Clinton tras reunirse con el presidente israelí, Shimon Peres. Más tarde acompañó a Netanyahu en su reunión con Abbás, celebrada en su residencia oficial en Jerusalén.

El escollo de la moratoria en los asentamientos sigue sin resolverse, pero circulan propuestas para evitar que las conversaciones fracasen. Una de ellas consiste en un compromiso israelí para alcanzar un acuerdo sobre las fronteras en tres meses.