Las declaraciones oficiales intentan transmitir optimismo, pero las cifras y estadísticas, y las personas tras los números que luchan y sufren, ponen freno al entusiasmo. En Nueva Orleans se marca hoy el recuerdo del Katrina , un huracán que arrasó el golfo de México hace justo un año, marcó un histórico punto bajo en el cuidado de EEUU a sus propios ciudadanos y cuyos devastadores efectos perviven hoy, mitigados pero presentes.

A los ojos del visitante ocasional, la ciudad ha emprendido la recuperación lenta pero continuada de la que hablan el presidente George Bush (que hoy participará en los actos de recuerdo en Nueva Orleans) y el controvertido y reelegido alcalde, Ray Nagin. Han vuelto convenciones y turismo. El downtown , centro de los negocios, funciona a ritmo casi pre-Katrina. Tampoco faltan clientes en restaurantes y tiendas del Barrio Francés. Y solo quienes se aventuran en barrios que antes solo se visitaban por obligación --como el Distrito Nueve o Saint Bernard-- descubren zonas tan devastadas como cuando el agua recedió.

ALGUNOS ESPEJISMOS No hace falta ir hasta esos barrios para vislumbrar los espejismos. De los 437.186 habitantes de Nueva Orleans, solo han regresado 235.000, un 54% de la población. En toda el área metropolitana hay un 30% menos de puestos de trabajo. En la ciudad, funcionan el 75% de los hospitales con solo 2.000 camas, la mitad que hace un año. Y las escuelas públicas han perdido el 66% de sus estudiantes. La ciudad ha multiplicado por 10 sus necesidades; a la vez, las arcas públicas operan con el 25% de lo que ingresaban.

Es difícil no ver en la escasez de medios muestras de ineficiencia de Washington. El Congreso aprobó destinar 110.000 millones de dólares (86.000 millones de euros) a la reconstrucción, pero de momento solo se han invertido 44.000. De los 10.000 millones aprobados para créditos a pequeñas y medianas empresas solo se ha entregado el 20%. El Departamento de Vivienda solo ha gastado 100 millones de los 11.500 que tiene presupuestados. Y la denostada FEMA, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias, sigue en el ojo del huracán. Las roulottes que sirven de vivienda temporal tardan meses en entregarse.

Tampoco hay sensación de avance en la seguridad ante otro huracán. El cuerpo de Ingenieros del Ejército ha reconstruido los diques destrozados hace un año. Aunque se declaró imperativo que se hagan suficientemente fuertes para aguantar uno de categoría 5, siguen preparados solo para uno de categoría 3.

Hay otros problemas: los índices de criminalidad están a los mismos niveles que cuando la ciudad tenía el doble de población. Y las drogas y la violencia que las rodean han vuelto con fuerza, impulsadas por conexiones con los cárteles de Colombia y México que algunos narcotraficantes que se vieron obligados a evacuar hicieron en ciudades como Houston.

A Nueva Orleans no ha llegado tampoco el boom económico que suele seguir a los desastres. Aquí, los constructores se quejan de que falta información clara y directrices firmes del Gobierno. Los ciudadanos se quejan de retrasos en la financiación, de los aumentos en los seguros y de una escasez de subcontratistas, y eso que no falta mano de obra.

El panorama cambia al hablar con representantes institucionales y con ciudadanos de a pie. Ellos lanzan un mensaje común de resistencia y determinación. Y hay zonas y áreas afectadas por el Katrina que se han recuperado: el huracán destrozó 113 plataformas petrolíferas y dañó 457 gaseoductos. Hoy, al Golfo ha regresado el 88% de la producción de petróleo y el 91% de gas.

REALIDAD DIFICIL La realidad de Nueva Orleans un año después del Katrina es, sin duda y ante todo, difícil. Y psicólogos como Jacqueline Harris, subdirectora de Servicios Humanos de una ciudad que ha triplicado su tasa de suicidios, reconocen: "Hay más depresión, más ansiedad, más rabia, un incremento del consumo de alcohol y de los casos de violencia doméstica". En lo que coincide casi todo el mundo, desde el músico Wynton Marsalis hasta Eric, ingeniero de sonido, es que "Nueva Orleans no volverá a ser como antes". Doce meses después, tienen razón.