La calma ha durado poco. Las pancartas con lemas como Trabajos británicos para los británicos , han vuelto a desplegarse. Las protestas por los contratos a trabajadores extranjeros reaparecieron ayer en Gran Bretaña.

Varios cientos de trabajadores iniciaron un paro ilegal en la central eléctrica de Staythorpe, propiedad del grupo alemán RWE en Nottinghamshire, al norte de Inglaterra. En el sur de la isla, otro centenar de operarios realizó un plante similar en la central de la Isle of Grain, de la empresa alemana E.ON.

Los conflictos laborales, en la línea de lo ocurrido la semana pasada en la refinería de Lindsey, reabren el debate sobre la tentación proteccionista y el peligro de la preferencia nacional, justo cuando el Reino Unido está a punto de alcanzar los dos millones de parados.

Si en Lindsey los cuestionados eran trabajadores portugueses e italianos, en Staythorpe son españoles, subcontratados por la firma francesa Alstom, para construir una turbina. Los principales sindicatos del sector hablan de 850 puestos de trabajo en juego y piden que se repartan con los británicos.

La situación se crispó cuando Alstom amenazó con sanciones a 40 trabajadores del acero que se unían a los huelguistas de la construcción. La empresa niega ningún tipo de discriminación. Asegura que todos los trabajadores británicos o de otros lugares de Europa tienen las mismas condiciones laborales y las firmas subcontratadas tienen el derecho a elegir a sus empleados.

VISITA A BROWN Una representación sindical se acercó a Downing Street, la residencia oficial del primer ministro, para volver a pedir a Gordon Brown el acceso del personal nacional a los puestos de ingeniería y a los proyectos de construcción en el Reino Unido. El conflicto choca frontalmente con el principio de libre circulación de los trabajadores de la UE y es un quebradero de cabeza político.