Nadie pensó que reformar el sistema sanitario en EEUU fuera a ser fácil, pero pocos podían predecir que su debate fuera a encender como lo ha hecho los ánimos de una parte de la población. Y el presidente, Barack Obama, se ha visto obligado a intensificar su agenda de actos abiertos a los ciudadanos para tratar de mitigar el encono.

Solo la semana pasada, el presidente participó en tres town hall meetings , un formato de coloquio con los ciudadanos: el martes, en Nuevo Hampshire; el viernes, en Montana; y el sábado, en Colorado. Parte de su misión ha sido tratar de desmontar algunas de las informaciones erróneas y los datos distorsionados que se han propagado sobre la reforma. La más llamativa y escandalosa es la idea de que esa reforma impulsará la eutanasia con unas denominadas "comisiones de la muerte" (término acuñado por la excandidata vicepresidencial Sarah Palin), que decidirían si un enfermo crónico puede seguir con tratamiento. Esa idea se ha extendido gracias no solo a políticos como Palin, sino también a pastores religiosos ultracristianos y a periodistas y comentaristas conservadores que ya orquestaron la campaña que en los 90 acabó frustrando el plan de reforma sanitaria de Bill Clinton. No hay nada siquiera parecido en las propuestas que preparan las dos cámaras. Solo había una provisión en el proyecto de ley de la Cámara de Representantes, que introdujo un congresista republicano, de que Medicare (el sistema sanitario público para los mayores de 65 años) financiara a aquellos enfermos que voluntariamente quisieran consultar con algún asesor sobre sus opciones de interrumpir el tratamiento reembolsándoles ese coste, pero la presión popular ha hecho que se retire esta propuesta.

Poco importa la realidad. Inflamados por el discurso de gente como Rush Limbaugh, el ultraconservador presentador radiofónico más seguido de EEUU, que ha llegado a comparar a Obama con Hitler, muchos ciudadanos han asistido llenos de rabia a los town halls con congresistas. En su inmensa mayoría los agitadores son votantes del Partido Republicano. Y son habituales los gritos, los abucheos, las denuncias sobre un supuesto intento de hacer a EEUU "socialista", las críticas descarnadas (y contestadas) a sistemas sanitarios como el británico o el canadiense y palabras que poco tienen que ver con la sanidad. "Un día, Dios va a estar frente a usted y le va a juzgar a usted y a todos sus compinches de Capitol Hill", espetó un rabioso hombre a un congresista demócrata.

ACALORADAS DISCUSIONES A veces, las acaloradas discusiones han estado a punto de acabar en violencia física. Y el martes, en Nuevo Hampshire, llegó a aparecer a las puertas del encuentro con Obama un hombre que llevaba en su pierna, a plena vista, una pistola.

El presidente aseguró el viernes que es la pasión de los medios por los altercados la que ha llevado a dar excesiva prominencia a los enfrentamientos, cuando numerosos encuentros han sido tranquilos.