Si algo no ha cambiado en el tiempo que Barack Obama ha pasado en la presidencia de EEUU es su refinada oratoria, su habilidad para lanzar con precisión frases ideadas para convertirse en titulares. El miércoles, en su primer discurso sobre el estado de la Unión, volvió a demostrarlo y cerró una intervención de 69 minutos ideada para reconectar con la ciudadanía y reposicionarse como líder con una declaración: "El espíritu que ha preservado a esta nación más de dos siglos vive en vosotros, su pueblo. Hemos acabado un año difícil. Hemos salido de una década difícil. Pero un nuevo año ha llegado. Una nueva década se extiende ante nosotros. No abandonamos. Yo no abandono".

Esas palabras suponen el relevo al sí, podemos de la campaña que en su primer año Obama no ha logrado traducir en iniciativas legislativas trascendentes aprobadas por el Congreso, donde no ha conseguido ni su ansiada reforma sanitaria ni la del sistema financiero. "Nunca dije que el cambio fuera a ser fácil o que pudiera hacerlo solo", dijo.

El miércoles, gracias a un discurso que la Constitución impone a todos los ocupantes de la Casa Blanca, Obama pudo redirigir sus prioridades y lo hizo colocando como principal objetivo la creación de empleo, la ayuda a la clase media y la reactivación de la economía.

EL PARTIDISMO Reconectar con el ciudadano era vital, como demostró que el presidente de la guerra de Irak y Afganistán, la tensión con Irán y la prisión de Guantánamo dedicara solo el 12% de su intervención a política exterior. Pero quedó claro también que estaba decidido a aprovechar su tercera intervención ante una sesión conjunta del Congreso para renovar su compromiso de cambiar las formas de Washington y corregir la disfuncionalidad partidista que bloquea el Congreso.

A los demócratas Obama les recordó que, pese a haber perdido la supermayoría de 60 votos en el Senado tras la derrota de Massachusetts, aún mantienen la más holgada mayoría en décadas. Su mensaje para la oposición también fue claro: "Si el liderazgo republicano va a insistir en que 60 votos son necesarios para hacer cualquier cosa en esa ciudad, la responsabilidad de gobernar es suya también ahora. Decir no a todo --apuntó-- puede ser buena política a corto plazo, pero no es liderazgo".

Repitió la llamada a la unidad: para pedir una ley que impulse la creación de empleos, para lograr que se apruebe definitivamente la reforma sanitaria, para que se impulse la legislación energética y para acabar con prácticas discriminatorias. Las preguntas retóricas que le servían para llamar a la acción conjunta, como "¿cuánto tiempo debe EEUU esperar su futuro?", encontraban pronto respuestas simbólicas que evidenciaban el reto de lograr esa unidad.

En la respuesta de la oposición, los republicanos acusaron al Gobierno de "intentar hacer demasiado". El consenso es un juego malabar, y Obama contentó a los republicanos con apuestas como la energía nuclear o el carbón limpio que detestan el ala y las bases más progresistas de su propio partido.