Barack Obama vivió ayer un buen ejemplo de que su idea de cambiar la cultura política no va a ser tarea fácil. En Chicago, el presidente electo convocó una rueda de prensa para presentar a su secretario de Sanidad y director de la Oficina de Reforma Sanitaria de la Casa Blanca, Thomas Daschle, y a su número dos, Jeanne Lambrew. La reforma de la sanidad es uno de los proyectos más importantes del presidente electo, quien cree que la situación del sistema sanitario forma parte de la "emergencia" económica que vive EEUU. Pero aun así, tres de las cuatro preguntas que recibió versaron sobre el escándalo del gobernador de Illinois, Rod Blagojevich.

Antes de centrarse en responder a estas preguntas sobre el primer escándalo político que le salpica, Obama afirmó: "Ha llegado el momento de proporcionar una sanidad accesible a todos los estadounidenses". Obama reiteró que la reforma sanitaria es prioritaria (unos 45 millones de estadounidenses no pueden ir a otro médico que no sean los de urgencias de los hospitales) y no solo rechazó que una empresa de este tipo no pueda llevarse a cabo en plena crisis económica, sino que vinculó una cosa con la otra.

Obama quiere que su reforma se incluya en el programa de recuperación económica para reducir los costes a través de la modernización del sistema y el uso de financiación pública con dos objetivos: garantizar una sanidad decente a los estadounidenses y librar del peso económico a las empresas.

Respecto al caso Blagojevich , el gobernador de Illinois al que se acusa de pretender lucrarse aprovechando su potestad legal de elegir al sustituto de Obama como senador de Illinois, el presidente electo contestó ayer las primeras preguntas. Afirmó que él no habló nunca con Blagojevich sobre su posible sucesor y dijo con rotundidad que su equipo de transición no está "implicado en ninguna negociación" sobre el tema.