Si no tenía suficiente con haber declarado la guerra a los banqueros de Wall Street, ahora se ha echado encima a una de las instituciones más respetadas y poderosas de Estados Unidos, el Tribunal Supremo, en lo que representa una vuelta de tuerca más que viene a confirmar que aquel Barack Obama del primer año de gobierno, el del discurso integrador, la búsqueda de consensos y las llamadas a encontrar acuerdos bipartidistas, ha pasado a mejor vida.

Con los índices de popularidad por los suelos y a falta de unos meses para las legislativas de mitad de mandato en noviembre, el presidente de EEUU necesita recuperar el terreno perdido y volverse a ganar a las bases del electorado. Por eso ha dado un giro de 180 grados en su discurso.

No está dispuesto a dar su brazo a torcer en algunos de los puntos centrales de su agenda, como la reforma sanitaria, y está más decidido que nunca a apretar las tuercas a Wall Street. Al "si quieren pelea, la tendrán", dirigido a los bancos, se suman graves declaraciones contra el Supremo, al que acusó ayer de haber dado un "golpe a la democracia" levantando las restricciones que impedían a las empresas del país intervenir en las campañas electorales, fallo "devastador" para el interés público.

Obama sabe que los conservadores tienen el apoyo de las grandes corporaciones y por eso teme que los demócratas pierdan más espacios en el Capitolio tras la cita con las urnas de noviembre. "Es un golpe a nuestra democracia", insistió ayer en su mensaje de radio de los sábados.

DINERO INTERESADO Lamentó que el ala más conservadora del Supremo, impulsada por su presidente, John Roberts, haya abierto las "compuertas" a una riada de dinero interesado que, advirtió, "inundará" la política estadounidense. Incluso llegó a decir que los magistrados han dado alas a los lobistas de Washington para financiar anuncios con los que "persuadir" a los cargos electos para que voten a favor de sus intereses o "castigar" a los que no lo hagan.

El presidente llegó a decir que ahora los intereses foráneos podrán "entrometerse" en las elecciones. Convencido de que no se puede dar más voz a los grupos de presión, Obama dijo que ha dado instrucciones para que la Casa Blanca coordine con aquellos en el Congreso "dispuestos a luchar por los ciudadanos" una respuesta al fallo del Supremo.

Si hasta ahora los grupos de presión tenían un gran poder, con el fallo del Supremo su influencia será mayor.