En el reto de contentar a las dos orillas del Pacífico hubiera naufragado cualquiera. Solo una defensa inequívoca de los derechos humanos, lindante con la condena al país anfitrión, podría evitarle perder aún más brillo en EEUU. En la víspera de su crucial reunión con su homólogo chino, Hu Jintao, Pekín solo esperaba que abundara en las recientes declaraciones de amistad, nada de reproches. Barack Obama, presidente estadounidense, lo resolvió con un perenne tono conciliador y sonrisas ante estudiantes universitarios en Shanghái, trufando sus sentencias de humildes "creemos" o "en nuestra opinión". Los clásicos hablarían de un puño en guante de seda.

Obama defendió la universalidad de las libertades. "No queremos imponer nuestro sistema a ninguna otra nación, pero no creemos que nuestros valores solo sean válidos en nuestro país", aseguró. "La libertad de expresión, de religión, de acceso a la información y de participación política son, creemos, derechos universales. Deberían aplicarse a todos los pueblos, incluidas las minorías étnicas y religiosas, sea en EEUU, China o en otro país".

LA CENSURA Eso fue lo más cerca que estuvo Obama de citar al Tíbet, asunto que descompone a Pekín. Sí se refirió a Taiwán, el otro gran conflicto histórico chino, quizá porque la tensión ha bajado en el último año. Obama dijo alegrarse de las buenas relaciones entre Pekín y Taipei y aseguró que no cambiará la política de una sola China, que implica la pertenencia de la isla a China.

La Casa Blanca impidió que el filtrado de las preguntas fuera completo, y eso posibilitó que un internauta le preguntara por la censura. "Soy contrario. Creo que cuanto más libre fluye la información, más fuerte se vuelve la sociedad, porque los ciudadanos pueden pedir cuentas a sus gobiernos", replicó. China, con más internautas que ningún otro país, somete a internet a un férreo control.

Los derechos humanos son un tema recurrente en las visitas de los líderes extranjeros, obligados a satisfacer a la opinión pública y a los empresarios. El trámite se solventa con declaraciones del tipo "hemos sacado el tema enérgicamente y nos han escuchado con atención", antes de irse con jugosos contratos. Solo Alemania, Canadá y Australia los defienden con honesta beligerancia. Contra Obama juega el contexto: debilidad económica y problemas urgentes. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, advirtió la semana pasada de que los derechos humanos no podían interferir en la solución del cambio climático o la crisis. Obama aclaró que los derechos humanos se pueden discutir sin entrar en "confrontaciones".

El dirigente estadounidense enfatizó la necesidad de colaborar en esos asuntos globales, antes de abundar en el discurso fraternal: el auge chino, dijo, es una buena noticia para el mundo y no va a frenarlo.

500 UNIVERSITARIOS Obama encandiló desde el "ni hao" (hola), y se disculpó por hablar peor mandarín que la mayoría de asistentes el inglés. La audiencia del Museo de Ciencia la formaban 500 universitarios, que le preguntaron cómo se mantiene en forma, si le gusta el pollo picante con almendras, si puede comer con palillos y cuánto vino bebe en una comida.