La guerra es mayor que cualquier hombre o mujer, sea soldado raso, general o presidente". Con ese pensamiento, y forzado a recordar a quienes lo hayan olvidado que en el núcleo del sistema democrático de EEUU late una estructura de mando que sitúa al Ejército bajo control civil, Barack Obama, presidente y comandante en jefe de EEUU, relevó ayer al general Stanley McChrystal de sus funciones como mando militar de las tropas aliadas en Afganistán.

Obama reaccionó así al escándalo que estalló el lunes por la noche, cuando se hizo público un artículo de la revista Rolling Stone en el que tanto McChrystal como su equipo demostraron una inmensa falta de respeto por miembros de la Administración como el vicepresidente, Joe Biden; el embajador en Afganistán, Karl Eikenberry; y el propio presidente.

Aunque el texto no recogía discrepancias de McChrystal respecto a las políticas de Washington o a la estrategia de Obama para Afganistán (de la que él mismo fue uno de los principales diseñadores, apostando por el aumento del número de tropas desplegadas), era un mazazo en numerosos frentes: hacía añicos códigos de disciplina y conducta que deben regir en el estamento militar y ponía en peligro la imagen de unidad en una complicada misión.

"La unidad no es una opción, sino una obligación ..., y doy la bienvenida al debate, pero no toleraré la división en mi equipo de seguridad nacional", advirtió Obama, que aseguró que esa unidad imprescindible para triunfar en Afganistán y acabar con Al Qaeda "no sería posible sin el relevo" de Stanley McChrystal.

Obama, que decidió "con profundo pesar" aceptar la dimisión del militar tras mantener con él un encuentro de algo menos de media hora en el Despacho Oval, ha nominado para relevarlo a su actual jefe del Mando Central, el general David Petraeus, arquitecto de la estrategia de aumento de tropas en Irak en el 2007 y que el año pasado participó en la larga y tortuosa revisión de Obama de la estrategia para Afganistán, que concluyó con la decisión de enviar 30.000 soldados más. Por eso, en parte, el presidente aseguró que el relevo --que debe ser aprobado por el Senado-- representa "un cambio de personal, pero no de política".

SAL EN LA HERIDA Lo innegable es que el episodio echa sal en una herida abierta. Es la segunda vez que hay un cambio de mando en Afganistán mientras la guerra está en marcha, algo que no había sucedido en EEUU en anteriores conflictos.

Con McChrystal se va, por ejemplo, uno de los escasos responsables de la estrategia sobre el terreno que mantenía una buena relación con el presidente afgano, Hamid Karzai. Este, el pasado martes, en una teleconferencia con Obama, mostró su apoyo al general y vino a pedir al presidente estadounidense que lo mantuviera en su puesto.

Lo sucedido, impensable hace solo tres días, pone también los focos en algunas actitudes dentro del Ejército. No solo es cuestionable que el veterano general diera durante casi un mes acceso libre al periodista Michael Hastings, quizá dejándose llevar por cierto culto a la personalidad. El desprecio hacia representantes civiles que mostraron los ayudantes más cercanos de McChrystal, más que posiblemente, no es exclusivo de ese equipo.