A solo una hora por carretera de Newtown, el pueblo de Connecticut donde la masacre de una veintena de niños y seis adultos el pasado mes de diciembre cambió el debate sobre las armas en Estados Unidos, el presidente Barack Obama volvió a reclamar al Congreso que actúe para endurecer la legislación. Con un tono más propio de campaña, Obama revivió algunas de los dramas personales del que, en sus propias palabras, fue el día más duro de su presidencia y trató de galvanizar a la población para que presione a los congresistas en una semana que podría ser clave para la suerte del control de armas.

"Newtown, queremos que sepáis que estamos aquí con vosotros. No daremos la espalda a las promesas que os hicimos", dijo el presidente el lunes por la tarde (noche en España) en un gimnasio de West Hartford, abarrotado por unas 3.000 personas. "Podemos aprobar leyes de sentido común que protejan a nuestros niños y protejan nuestros derechos". Antes de subir al escenario, Obama se reunió con algunos de los padres de los niños asesinados en Sandy Hook y, durante el discurso, lució en la muñeca una pulsera verde, los colores de la escuela.

Negociaciones en el Senado

Por momentos fue difícil escucharle. La grada irrumpió en gritos de "Queremos un voto", un eco de las palabras de Obama durante su último discurso del Estado de la Unión, donde dijo que las familias de las víctimas de la violencia armada merecen un voto en el Congreso. Esa votación podría llegar esta misma semana, dado que se ultiman en el Senado las negociaciones del proyecto de ley para endurecer la legislación.

Pero las perspectivas son menos halagüeñas de lo que la Casa Blanca desearía. Aunque han aumentado las perspectivas para expandir los controles a los compradores de armas, se está todavía lejos de que sean universales. Según la CNN, esa expansión incluiría las ferias de armas y las compras a través de internet, ámbitos donde no había hasta ahora ninguna supervisión, pero quedarían fuera las transacciones entre particulares.

Obama recordó que nueve de cada 10 estadounidenses, "incluido el 70% de los miembros de la Asociación Nacional del Rifle", respalda los controles universales. "Solo hay una cosa que puede interponerse en el camino del cambio en el que todo el mundo está de acuerdo, y es la política en Washington", dijo el presidente. También en su propuesta para volver a prohibir las armas de asalto, así como los cargadores de más de 10 balas, pero las posibilidades de que ambas medidas superen la oposición republicana son prácticamente nulas.

Amenaza de filibustero

La suerte de la votación en el Senado, el primer estadio que tendría que superar el proyecto de ley, está todavía en el aire. Varios republicanos se han comprometido a ejercer su derecho al filibusterismo, lo que obligaría a los demócratas a lograr el apoyo de al menos cinco conservadores para llegar hasta los 60 votos y poder proceder con la votación.

"También he oído a algunos en la prensa de Washington sugerir que lo que suceda con las leyes de la violencia armada será una victoria o una derrota política para mí. Pero, Connecticut, esto no tiene que ver conmigo", dijo el presidente. "Esto no tiene que ver con la política. Esto tiene que ver con hacer lo correcto para todas las familias que están aquí y que han quedado rotas por la violencia armada".

Obama pretende mantener la presión sobre el Congreso durante toda la semana. En su regreso a Washington en el Air Force One se hizo acompañar por las familias de algunas de las víctimas de Newtown de las víctimas, que se reunirán estos días con varios congresistas en la capital. El vicepresidente Joe Biden ofrecerá este martes un discurso sobre el mismo tema y el miércoles hará lo propio la primera dama, Michelle Obama, en Chicago.

Desde la masacre en Newtown, cuatro estados (Nueva York, Colorado, Connecticut y Maryland) han endurecido sus leyes respecto a las armas.

Obama echa el resto en una semana clave para el control de armas