El cambio que prometió el presidente de EEUU, Barack Obama, se anticipaba tarea ardua, pero en Washington se está demostrando misión casi imposible. El último mazazo para el presidente llegó el jueves, cuando Judd Gregg, el senador republicano de Nuevo Hamsphire, escogido por Obama como secretario de Comercio, se retiró alegando "conflictos irresolubles" con la Administración. Los casos similares rozan la media docena y ponen en peligro el intento de Obama de romper con el partidismo y formar un "equipo de rivales" pero, sobre todo, suponen un golpe a su imagen de control.

La retirada de Gregg está llena de puntos cuestionables. En su anuncio, el senador aseguró que aceptar la nominación fue "un error" y dijo haberse dado cuenta de que él y la Administración funcionan "desde distintos puntos de vista en muchos asuntos vitales de la política". Citó el plan de estímulo económico --contra el que los republicanos mantienen una batalla feroz, pese a que los sondeos muestran el apoyo mayoritario ciudadano-- pero las bases del plan estaban ya asentadas cuando empezó a conversar con la Casa Blanca.

PROBLEMA ACUMULADO Gregg fue nominado después de que la primera opción de Obama para Comercio, el gobernador de Nuevo México, el demócrata Bill Richardson, tuviera que renunciar a su candidatura por una investigación de posible conflicto de intereses. Lo mismo tuvo que hacer Tom Daschle, al que los errores fiscales alejaron de la secretaría de Sanidad. Si se suman la retirada por impago de impuestos de Nancy Killefer --a la que Obama había escogido para un nuevo cargo de control de gasto-- y la confirmación, pese a otros problemas con el fisco, del secretario del Tesoro, Tim Geithner, Obama tiene un problema.

No quiere decir que tire la toalla. El jueves, cuando se confirmó la retirada de Gregg, el presidente aseguró que va a seguir trabajando por su apuesta argumentando que los estadounidenses están "desesperados" por ver a demócratas y republicanos trabajando juntos. Y cuando Daschle se retiró, Obama concedió varias entrevistas en las que usó un tono de contrición inusual, reconoció haber "metido la pata" y trató de reforzar la promesa reiterada en su campaña de luchar contra la cultura de favoritismos, élites e intereses que ha regido en Washington.

POLITIZACION REPUBLICANA La oposición ha politizado inmediatamente la retirada de Gregg, que habría sido el tercer republicano y el más conservador en un Gabinete del que ya forman parte el último secretario de Defensa de George Bush, Robert Gates, y Ray LaHood como secretario de Transporte. Le han convertido en héroe con el que tratan de borrar la imagen de desunión del Partido Republicano. Y personifican con él las críticas a Obama.

Uno de los principales puntos de ataque se refiere al censo, parte de cuya responsabilidad Obama quiere transferir de Comercio a la Casa Blanca. Aunque Gregg lo mencionó entre sus razonamientos para su retirada, aclaró también que no fue "un tema principal" en su decisión.

El debate sobre lo ocurrido se mantiene en la sociedad y en los medios con la misma división bipartidista contra la que Obama lucha. El presidente ha recordado que no había plazos para su apuesta, pero algunos creen que se ha acelerado en la búsqueda de miembros del Gabinete, olvidando supervisiones que habrían evitado los descalabros. Y un editorial de The Washington Post , por ejemplo, cuestionaba ayer que la Administración no esté controlando más las nominaciones, pero a la vez seguía encomiando a Obama por apostar por el bipartidismo.