Hay ecuaciones que necesitan muchas explicaciones para ser comprendidas, aparte de no tener un resultado asegurado. La que ayer planteó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al presentar, tras tres meses de deliberaciones, su renovada estrategia para la guerra de Afganistán es una de ellas. A unos ciudadanos que como demuestran todos los sondeos cada vez están más descontentos con esa intervención militar, Obama les anunció el envío inminente y acelerado en seis meses de 30.000 nuevos soldados. A la vez, les prometió que el refuerzo permitirá acelerar la transferencia a las fuerzas afganas de su propia seguridad y empezar esa transferencia a partir de julio del 2011.

Obama no había ofrecido al cierre de esta edición el discurso en la Academia de West Point que se retransmitía en directo a toda la nación, pero fuentes de la Administración habían adelantado sus ejes. Y entre esos no aparecen ni una fecha para el fin de la intervención ni un calendario sobre la retirada a partir de esa fecha clave de julio del 2011.

Lo que sí quería Obama era insistir en que para lograr el avance es imprescindible el despliegue de las nuevas tropas.

Tras meses de hablar de la de Afganistán como una "guerra de necesidad", sin ninguna duda uno de los legados más envenenados que recibió de su predecesor, George Bush, Obama hacía ayer suyo el conflicto. Cuando el despliegue acabe, en los próximos seis meses, la presencia militar de EEUU en Afganistán alcanzará los 100.000 soldados. Y de esos, Obama habrá enviado a Afganistán más de la mitad.

La estrategia se renueva en algo más que los números. Mantiene la idea de evitar el regreso de Al Qaeda a Afganistán y frenar a los talibanes, pero fija como objetivos congelar y revertir los avances que los talibanes han logrado en los tres últimos años; asegurar centros de población, especialmente en zonas del sur y el este del país; entrenar a las fuerzas de seguridad afganas y asegurar que pueden empezar a poner en manos de estas fuerzas la propia seguridad del país.

Tanto el lunes como ayer, Obama pasó horas al teléfono con los dirigentes del Reino Unido, Francia, Rusia, Polonia y la OTAN. Y mantuvo videoconferencias con el presidente afgano, Hamid Karzai, y su homólogo paquistaní, Asif Ali Zardari.