Fue un intento encomiable e inédito pero básicamente improductivo. El presidente de EEUU, Barack Obama, logró sentarse ayer con 38 congresistas demócratas y republicanos y, durante más de seis horas, con las cámaras de varias televisiones retransmitiendo en directo, plantear un intercambio de ideas sobre la reforma del deficiente y deficitario sistema sanitario de un país donde más de 45 millones de personas no tienen ninguna cobertura médica. Desde el primer instante hasta el último, quedó claro que la división partidista es tan insalvable como se ha demostrado en el Congreso y las perspectivas de una ley consensuada, más que nunca, nulas.

Obama abrió la cumbre apelando a buscar más los puntos de consenso que los de desacuerdo y animando a enterrar siquiera por unas horas la intensa batalla ideológica del último año. Con una discusión estructurada en cuatro partes (control de costes, expansión de cobertura, reforma de los seguros y reducción de déficit) trató de dirigir la conversación hacia la sustancia y no hacia el proceso político. Fracasó en ambos terrenos.

La posición republicana es que las propuestas que hoy están sobre la mesa no contarán con su apoyo. Ayer reclamaron "empezar de cero" y reiniciar el debate en el Congreso. La posibilidad que más fuerza cobraba ayer es que la ley acabe aprobándose por el llamado proceso "de reconciliación", un paradójico término que permite pasar una ley con mayoría simple sin requerir la supermayoría.

ENCUESTA Esa misma opción la podrían haber aplicado hace meses, antes de que el intenso debate legislativo, la división bipartidista y las diferencias dentro del propio Partido Demócrata descafeinaran la propuesta, eliminando, por ejemplo, la opción de un seguro público. Además, según una encuesta publicada ayer por USA Today, un 52% de los ciudadanos rechazan esa maniobra parlamentaria.