El planeta respira más aliviado después de que sus dos hombres más poderosos se reunieran. Resucitaron la cumbre del cambio climático que se celebrará el mes que viene en Copenhague, de la que ya se había escrito el obituario. Fue lo más relevante de la cumbre de ayer en Pekín entre Hu Jintao, presidente chino, y Barack Obama, su homólogo estadounidense. Ambos repitieron la necesidad de colaborar en los grandes desafíos globales y verbalizaron con vehemencia sus acuerdos. Para sus desacuerdos se sirvieron de silencios.

"Nuestro objetivo no es un acuerdo parcial ni una declaración política, sino un acuerdo que cubra todas las cuestiones y que tenga un efecto inmediato", sostuvo Obama ayer. Ese efecto inmediato es la clave del asunto. Dos días antes, tras una reunión en Singapur, los dos líderes habían comunicado que no sería posible alcanzar acuerdos vinculantes para la reducción de emisiones de dióxido de carbono en Copenhague. Sin entendimiento entre los dos máximos contaminantes, la cumbre estaba condenada a una mera declaración de intenciones sin compromisos

COMUNES PERO DIFERENCIADAS Los países en vías de desarrollo, con China a la cabeza, defienden las limitaciones diferenciadas alegando que aún están sacando gente de la pobreza, su menor cuota de gases per cápita y su reciente entrada en el club de contaminantes. Para EEUU es una cuestión económica: en medio de la pugna por la supremacía mundial, aquellas supondrían una ventaja decisiva para China. Ambos acordaron ayer que el acuerdo deberá basarse en el "principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas" y que las reducciones serán más estrictas para los países ricos.

El comunicado también habla de incrementar las ayudas económicas a los países en desarrollo y promover la tecnología limpia. Una de las quejas de China es el elevado precio que debe pagar por las centrales de energía no contaminante, cuyas patentes son occidentales. Como resume Pekín: "No queremos que nos vendáis peces, sino que nos enseñéis a pescar".

TACTO EXTREMO Obama mencionó por primera vez el Tíbet. Lo hizo con un tacto extremo, reconociendo su pertenencia inequívoca a China y sin olvidar el derecho de soberanía chino para solucionar sus asuntos. A continuación, animó a Pekín a negociar con el dalái lama, visto aquí como un independentista peligroso. A Obama le criticaron en su país por haber esquivado al líder religioso cuando visitó Washington. Fue una cuestión de tempo: reunirse antes con el dalái lama que con Hu habría arruinado las relaciones bilaterales. Obama ha prometido darle audiencia en el futuro. Hu no mencionó el Tíbet.

Buena parte de los discursos se centró en la economía, razón principal del viaje de Obama. Las partes repitieron sus viejos lamentos. Primero fueron las barreras estadounidenses a los productos chinos. "Debemos rechazar el proteccionismo en todas sus manifestaciones de una forma incluso más fuerte", subrayó Hu. Obama no mencionó el proteccionismo.

Después llegó la devaluación artificial del yuan, a la que EEUU acusa de favorecer las exportaciones chinas, arruinar su balanza comercial y aumentar el paro. "Me complace el reciente compromiso chino de avanzar hacia un tipo de cambio más orientado al mercado con el paso del tiempo", dijo Obama. Hu no mencionó el yuan.

Sobre Irán hubo confusión. Obama dijo haber alcanzado un acuerdo: si no retoma la vía pacífica, sufrirá "consecuencias". China siempre ha frenado en la ONU las sanciones a Teherán, su principal suministrador de petróleo. Hu habló de resolver el conflicto "con diálogo".