En 36 horas, las palabras de Barack Obama sobre el reciente arresto de un catedrático negro en Harvard se habían convertido en una bomba de relojería que amenazaba con hacer estallar las relaciones de la Casa Blanca con las fuerzas del orden.

"La policía actuó de forma estúpida", había dicho Obama el miércoles por la noche en una rueda de prensa, indignando a agentes y responsables policiales de todo el país. Ayer, por sorpresa, el presidente de Estados Unidos se presentó sin anunciarse en el encuentro diario de su portavoz con los medios y se transformó en un experto antiexplosivos. "Podía haber calibrado mis palabras de forma diferente", reconoció Obama, que calificó de "desafortunado" su enunciado y aseguró que su intención "no era calumniar" al departamento de policía implicado.

¿Disculpa? No era, como habían demandado algunos mandos policiales, una disculpa. Al menos, no era una disculpa en toda regla, pues Obama insistió en su opinión de que hubo una "reacción excesiva" en el incidente. Pero matizó también que ese fue un problema para las dos partes: el sargento blanco, James Crowley, y el profesor arrestado, Henry Louis Gates. Pero sí era una clara llamada a sellar la paz en una discusión que estaba escapando a cualquier control, después de que sindicatos policiales calificaran la reacción de Obama de "insultante".

Robert Gibbs, el secretario de prensa de Obama, había anunciado ayer mismo por la mañana que el presidente no haría más declaraciones. Pero unas horas confirmaron la pesadilla de relaciones públicas a la que se enfrentaba la Casa Blanca. Y Obama se decidió a atajarla, confiando en volver a centrar la atención en la reforma sanitaria. Obama quiso ver en lo ocurrido "un momento aleccionador" para tratar de conseguir mejores relaciones entre la policía y las minorías raciales, un ejemplo para impulsar "más reflexión, unidad y diálogo" y aseveró que lo ocurrido "es testimonio de que esos asuntos (de la raza) son aún muy sensibles y es un aspecto problemático" de la sociedad estadounidense. Se defendió también de las críticas que denunciaban que no debería haber opinado. "No estoy de acuerdo", afirmó tajante.

INUSUAL APARICION Varios minutos antes de su inusual aparición, Obama había hablado personalmente por teléfono cinco minutos con el sargento Crowley, al que definió como "un agente destacado y un buen hombre". Fue el policía quien le sugirió organizar un encuentro para "tomar una cerveza en la Casa Blanca" a tres bandas: él, el presidente y Gates. Pero que llegue a producirse está en duda.Gates ha exigido una disculpa al sargento, aunque este ha reiterado que no tiene ninguna intención de pedir perdón.