Cien días es el periodo de gracia que se le da a un gobernante para que muestre sus cartas. En el caso de Barack Obama, las enormes expectativas que levantó su elección y la cantidad y gravedad de los retos que afrontó cuando asumió la presidencia --el 20 de enero-- hicieron que el periodo de gracia se convirtiera en un plazo de prueba en el que el nuevo presidente no solo debía mostrar sus cartas, sino su juego entero. Pasados esos cien días (se cumplen mañana), Obama no ha dejado casi ningún tema trascendente por abordar (a excepción de la reforma migratoria) y las encuestas indican que su periodo de luna de miel aún no ha acabado.

La media de encuestas que efectúa Realclearpolitics.com da a Obama unos índices de aprobación de un 62,4%. Un sondeo publicado ayer por The New York Times cifraba este índice en un 68% y arrojaba unos resultados curiosos: el 45% de los encuestados consideran que Obama no acabará con la presencia estadounidense en Irak en su primer mandato (un 44% cree que sí) y un 53% opina que no sacará al país de la recesión frente al 37%, que cree que sí. Desde las elecciones, "la cantidad de gente que está de acuerdo con su visión de los temas ha bajado, mientras que los que dicen que tienen las cualidades adecuadas para el trabajo han aumentado", dijo Keating Holland, director de encuestas de la CNN. O lo que es lo mismo: Obama es más popular que sus políticas, que es como el sondeo de la CNN resume los cien días.

GRAVES RETOS La diferencia entre una cosa y la otra viene dada, en primer lugar, por la opinión generalizada de que los retos que Obama ha afrontado son de una gran magnitud. Y en segundo lugar, por su decisión de no ser conservador y afrontar al mismo tiempo casi todos estos problemas, en una hiperactiva forma de gobernar que le ha dado el protagonismo de los ciclos informativos y que le ha granjeado en muy poco tiempo la imagen de estar a la altura, tanto del trabajo de presidente como de los temas que aborda.

La crisis económica, como no podía ser de otra forma, ha marcado estos primeros cien días y, salvo crisis de otro tipo inesperada, seguirá haciéndolo a medio plazo. Sacar adelante sus planes le ha obligado a dejar por el camino su promesa de bipartidismo, dada la oposición de principios en asuntos como el gasto público, que le ha planteado un Partido Republicano sin líder. Está por ver si sus planes para recuperar la economía y los mercados financieros funcionan, y si su ambición de cambiar el modelo económico de EEUU y llevar a cabo reformas pendientes --como la sanitaria-- llegan a buen puerto. Pero estos cien días ya han dejado claro que el éxito o el fracaso serán cosa exclusivamente de Obama y su equipo.

PRAGMATISMO Han sido cien días de pragmatismo, en los que la izquierda lo acusa de ser demasiado moderado y la derecha, de ser demasiado radical en temas como los planes de recuperación económica o las torturas de la anterior Administración. Cien días en los que ha expuesto su doctrina en política exterior, basada en el multilateralismo, el respeto, en "escuchar y aprender" de los socios y tender la mano a adversarios (Rusia) y enemigos (Irán, Cuba). También está por ver qué resultados dará este enfoque (hasta qué punto los aliados ayudarán en Afganistán, por ejemplo) pero por lo pronto su objetivo de restaurar la imagen exterior de EEUU va bien.

Cien días en los que también ha reescrito muchos de los párrafos torcidos de Bush (Guantánamo, la investigación con células madre, las torturas, considerar que el cambio climático existe y daña la salud de las personas, las torturas...) y en los que ha hecho gala de ideales (EEUU debe combatir al enemigo siendo fiel a sus valores; la contradicción entre seguridad y libertades es falsa) y de proyectos casi utópicos (la destrucción de los arsenales nucleares). Cien días en los que solo la tormenta sobre las torturas y las primas millonarias de los ejecutivos de Wall Street lo han puesto en algunos apuros y en los que ha dado sensación de firmeza como comandante en jefe en el asunto de los piratas de Somalia.

OBJETIVO CUMPLIDO Por ahora, a Obama le ha ayudado el (mal) recuerdo y la (mala) herencia de su antecesor. Pasados estos cien días, el dirigente necesitará que la economía empiece a dar buenas noticias para mantener su romance con el electorado. Pero hasta ahora el principal objetivo de Obama, su principal promesa, se ha cumplido. Y es que nadie niega que --como decía ayer en un e-mail a su ejército de voluntarios David Plouffe, el mariscal de campo de la obamamanía -- el cambio ha empezado. Ahora falta que fructifique.