La ofensiva lanzada por la Administración de Barack Obama para que el Congreso autorice la intervención militar en Siria, una votación que muy probablemente se celebrará la semana que viene, empieza a dar frutos. Tras un cúmulo de reuniones a varias bandas y sesiones informativas con diputados de ambos partidos, varios líderes republicanos han mostrado su respaldo al ataque que baraja la Casa Blanca. El pulso político está lejos de haberse decantado, pero todo apunta a que el establishment conservador está dispuesto a respaldar la aventura.

Una de las claves de la agresiva campaña de persuasión que ha puesto en marcha la Casa Blanca pasa por saber qué tipo de operación militar está vendiendo. Tras los fiascos de Irak y Afganistán, el cansancio bélico y las corrientes no intervencionistas han ido ganando peso en ambos partidos, como ha ocurrido entre la opinión pública. Pero los halcones que reclaman una operación capaz de sentar los cimientos para desequilibrar la guerra en Siria siguen siendo influyentes, especialmente entre los conservadores.

Y, hasta ahora, parece que la Casa Blanca les está diciendo a ambos bandos lo que quieren oír. Tras reunirse el lunes con Obama, los senadores republicanos Lindsey Graham y John McCain, representantes del ala más intervencionista, salieron del encuentro dispuestos a apoyar la operación. "Las consecuencias de votar en contra serían catastróficas", dijo McCain tras muchos meses criticando la apatía de Obama en Siria. "La credibilidad de este país entre sus amigos y adversarios quedaría hecha añicos y no solo tendría implicaciones para este presidente sino para los venideros".

Aparentemente, el presidente les transmitió que la intervención sería lo suficientemente "robusta" para mermar al Ejército sirio e iría acompañada de medidas para apuntalar a los rebeldes. Aunque las armas ligeras prometidas por EEUU aún no les han llegado, Graham aseguró que los primeros 50 combatientes sirios entrenados y armados por la CIA han empezado a entrar en el país.

"FRENAR A ASAD" Más importante, sin embargo, es el apoyo recibido del liderazgo republicano en la Cámara baja. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y su número dos, Eric Cantor, aseguraron ayer que respaldarán la intervención. "Hay que responder al uso de armas químicas y solo EEUU tiene la capacidad para frenar a Asad y advertir a otros de que este tipo de comportamiento no será tolerado", dijo Boehner. Por su parte, Cantor, una figura muy cercana a Israel, justificó su postura en términos geopolíticos. El triunfo de Asad, dijo, "supondría una victoria estratégica para Irán, reforzaría a Hizbulá y convencería a nuestros aliados de que no somos de fiar".

El apoyo del liderazgo conservador no significa, sin embargo, que el resto del partido vaya a bailar a su son. De hecho, el Tea Party y los sectores más escorados a la derecha se han caracterizado por dejarles a menudo en evidencia. Para aquellos que temen que el ataque acabe siendo bastante mayor de lo prometido por Obama, la Casa Blanca se mostró dispuesta a acotar el borrador de resolución que votará el Congreso la semana próxima.

De lo que apenas se habla es de los argumentos legales para justificar la operación. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, recordó ayer que la ley internacional solo avala las intervenciones en terceros países cuando se lanzan en defensa propia o han sido autorizados por el Consejo de Seguridad. Ninguna de las condiciones se dan esta vez, aunque Obama dijo el sábado que se siente "cómodo" sin el aval de un organismo hasta ahora "paralizado y reacio a exigir cuentas a Asad".