Que la reforma sanitaria es su principal prioridad en política interior nadie parece dudarlo. Y que ayer logró una importante victoria tampoco. Consciente de que su prestigio político está en juego, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lleva meses y meses impulsando un cambio radical y profundo del sistema de salud del país. Antes lo intentaron sin éxito algunos de sus predecesores, como John Kennedy en los 60 o Bill Clinton en los 90. Por eso, el actual inquilino de la Casa Blanca sabe bien que lo del sábado fue solo una primera batalla ganada y que ahora la guerra continúa en el Senado.

Tras 12 horas de intensos debates y frenéticas negociaciones, la Cámara de Representantes aprobó la propuesta de reforma sanitaria en una votación "histórica" para la mayoría demócrata, pero que analizada con detenimiento pone de manifiesto las profundas divisiones que hay. Pese a los intentos de la Casa Blanca de tener una legislación bipartidista, el resultado es impepinable: 220 votos a favor, dos más de los necesarios, y 215 en contra. Solo un republicano apoyó el texto y varios demócratas lo rechazaron.

La opción pública, las comisiones de la muerte, o extender la cobertura a los sin papeles fueron algunas de las cuestiones que llegaron a centrar el debate, pero a la hora de la verdad fue el aborto lo que marcó la línea divisoria entre el éxito o fracaso de la reforma. Los demócratas moderados, con el apoyo de los republicanos, impusieron una enmienda aprobada por 240 votos a favor y 194 en contra que establece fuertes restricciones al uso de fondos públicos para financiar la interrupción del embarazo.

"Durante años nos dijeron que era imposible, pero ayer quedó demostrado que no", afirmó Obama en la rosaleda de la Casa Blanca. El presidente reconoció que para muchos legisladores se trató de un voto "valeroso" y trasladó a la Cámara alta la responsabilidad de "no defraudar" a millones de estadounidenses, pidiendo a los senadores que "tomen el testigo y lleven este esfuerzo hasta la línea de meta" para aprobar la reforma antes de fin de año.

Hace días el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, ya advirtió de que la negociación está siendo complicada e incluso, por primera vez, dejó entrever la posibilidad de que no se alcance un consenso en diciembre. La Casa Blanca ha fijado el final de año como plazo para tener lista la versión armonizada de la propuesta para convocar una votación final en el pleno del Congreso. Este es el último paso antes de que Obama pueda cumplir una de sus principales promesas de campaña y promulgar la reforma.

El visto bueno de la Cámara baja es un fuerte impulso, pero a partir de ahora las negociaciones en la Cámara alta pueden ser incluso más arduas. Si en la Cámara de Representantes la cifra mágica estaba en 218 votos favorables, en el Senado son 60.

QUEDARSE SIN EMPLEO Ayer, el argumento principal que circulaba en los círculos conservadores para rechazar la propuesta es que al ciudadano medio no le preocupa tanto perder la cobertura médica como quedarse sin empleo y recordaban los últimos datos del paro, que por primera vez en 26 años supera los dos dígitos y asciende ya al 10,2%.

Tras conocerse el resultado de la votación, Obama volvió a hacer uso de las redes sociales para advertir a sus seguidores de que "la siguiente fase de la lucha ya ha comenzado".