No hubo un encuentro sino dos entre Barack Obama y Binyamin Netanyahu el martes en la Casa Blanca y, sin embargo, nada de lo poco que ha trascendido de esas dos reuniones permite pensar que las relaciones entre los dos líderes han mejorado. El mejor término para definirlas es frialdad y en el horizonte no se intuye nada que pudiera contribuir al deshielo entre dos aliados supuestamente unidos por lo que la Casa Blanca ha definido como "un lazo inquebrantable".

Robert Gibbs, portavoz de Obama, trató ayer de justificar que se cerrara la cobertura del encuentro a la prensa, que no hubiera ni siquiera una de las habituales lecturas de los resúmenes oficiales de las reuniones y que, por segunda ocasión consecutiva cuando Netanyahu visita la Casa Blanca, ni siquiera se permitiera la entrada de fotógrafos. "Manejamos diferentes visitas de formas diferentes y así hemos decidido manejar esta", dijo Gibbs. "No todo lo que el presidente hace es para las cámaras y la prensa".

No hay más información oficial desde ninguna de las partes sobre el contenido de las reuniones que una declaración de Gibbs, en la que huyó del término "negociación" y explicó que se mantuvo "una honesta y directa conversación sobre la relación, la seguridad regional y los esfuerzos de paz, conversación que sigue en marcha". Solo se sabe que Obama pidió "pasos para construir confianza para las conversaciones de proximidad". También, que él y Netanyahu se vieron durante 90 minutos en el Despacho Oval, que el primer ministro israelí se mantuvo reunido luego con su propio equipo en otra habitación de la Casa Blanca y pidió ver a Obama por segunda vez, tras lo que los dos mandatarios se reunieron otra media hora. Netanyahu pospuso su regreso a Israel para mantener ayer un encuentro con George Mitchell, enviado especial de Obama a la zona.

SUPERAR DESACUERDOS Según contaba ayer Haaretz , el segundo encuentro entre el presidente y el primer ministro no ayudó a superar los desacuerdos, y no se alcanzó siquiera un consenso sobre un comunicado conjunto. Los ayudantes de Netanyahu y el embajador en Washington se quedaron hasta la madrugada intentando pactarlo con personal de Obama, pero no lo consiguieron.

La decisión de bloquear a los medios el encuentro de alto nivel salvó al presidente estadounidense de tener que referirse en público a la última afrenta: el anuncio en Israel, justo antes de que empezara su reunión con Netanyahu, de que se iniciará la construcción de 20 apartamentos nuevos en Jerusalén Este. La cifra de asentamientos es menor que la de 1.600 anunciados durante la visita del vicepresidente, Joe Biden, pero los últimos se encuentran en Sheikk Jarrah, un barrio predominantemente árabe. La Casa Blanca pidió "clarificaciones" a Israel sobre este anuncio, pero no las había recibido al cerrar esta edición.