Barack Obama, cuya oratoria fue determinante en su llegada a la Casa Blanca, afrontó ayer en Tucson (Arizona) uno de los mayores retos de su presidencia: tratar de unir y consolar a un país aún conmocionado por un atentado político. Obama hablaba en un memorial de la Universidad de Arizona con el título Juntos prosperamos: Tucson en América, en honor a las seis víctimas mortales y los 14 heridos en el tiroteo del sábado, un ataque que tenía como objetivo central a la congresista demócrata Gabrielle Giffords, en cuidados intensivos después de que una bala le atravesara el cerebro.

Viajó a la ciudad con su esposa, Michelle; el fiscal general, Eric Holder, y la secretaria de Seguridad Nacional y exgobernadora de Arizona, Janet Napolitano. Se reunió con familiares de las víctimas. Y aunque al cierre de esta edición no había pronunciado aún su discurso, se anunció que sería breve, centrado en las vidas truncadas por las balas y las historias de heroísmo que evitaron una masacre mayor.

Obama estudiaba incluir una llamada a la vuelta al civismo en el discurso político, pero quería eludir dos de los temas que han centrado la atención y el debate mediático en los últimos días: hasta qué punto pudo jugar un papel en lo ocurrido esa rampante retórica incendiaria instalada en la política estadounidense, especialmente tras el ascenso del Tea Party, y la realidad nacional de la cultura de las armas.

Ayer era el día en que la nueva mayoría republicana en la Cámara baja había previsto una votación simbólica a favor de revocar la ley de reforma sanitaria. Esa votación fue sustituida por la resolución de ayer en la que demócratas y republicanos hablaron con una sola voz.

Pero, ayer mismo, tras una reunión con los mandos de la policía del Capitolio sobre seguridad, republicanos y demócratas demostraron tener distintas visiones sobre cómo responder legislativamente a lo ocurrido. Mientras voces demócratas llaman a la implementación de legislación sobre armas, especialmente para limitar la venta de cargadores de alta capacidad como los que usó Jared Lee Loughner, los republicanos no quieren que el Capitolio intensifique el control de armas.

INCIDENTE CON LA POLICIA Mientras, ayer trascendió que el día del atentado un agente detuvo a Loughner sobre las 7.30 horas después de que se saltara un semáforo en rojo. Tras identificarle y pedirle la documentación, comprobó que todo estaba en regla y le dejó marchar. A las 10.11 horas, a varios kilómetros de donde se saltó el semáforo, el joven empezó a disparar.