Puede no ser el candidato a la Casa Blanca con más opciones, ni siquiera dentro del Partido Demócrata, pero ayer Barack Obama fue el protagonista indiscutible de la campaña para las presidenciales de noviembre del 2008 en Estados Unidos y encarnó la historia. Obama, un senador negro, de 45 años, que hace solo dos llegó a Capitol Hill, anunció formalmente su candidatura. Reconoció que su apuesta es "pretenciosa" y también "audaz". Y lo demostró.

Con sus palabras y su mensaje, este abogado nacido en Hawai, de madre de Kansas y padre de Kenia, casado y con dos hijas, recordó a Abraham Lincoln y a John F. Kennedy. Con un discurso vago pero emocionante se adentró en una nueva fase donde se intensificarán el escrutinio y los ataques, primero de sus rivales demócratas en las primarias, encabezados por Hillary Clinton y John Edwards, y también de republicanos como Rudolph Giuliani o John McCain. Con el apoyo de varios miles de personas llegadas hasta Springfield (Illinois) de todos los rincones del país, confirmó que es una de las apuestas más interesantes de los últimos tiempos en la política estadounidense.

Obama, que se hizo estrella política nacional tras una destacada intervención en la Convención Demócrata del 2004, ayer optó por un mensaje genérico pero elegante. Aunque fue tajante al anunciar su intención de lograr un cambio histórico en Washington y criticó los últimos seis años de política, optó por no citar a George Bush ni al Partido Republicano y prefirió, haciendo eco a JFK, hablar de la necesidad de un cambio generacional.

"Sé que no he pasado demasiado tiempo aprendiendo las formas de Washington, pero sí lo suficiente para saber que deben cambiar", dijo a las puertas de un viejo Capitolio donde Lincoln pronunció en 1858 un histórico discurso contra la esclavitud.

Obama, uno de los pocos demócratas que puede dirigirse a los ciudadanos con un claro historial de rechazo a la guerra de Irak --una de sus ventajas frente a Hillary Clinton--, habló ayer de su propuesta de que los soldados estén replegados para marzo del año que viene. Consciente de que tras el 11-S la seguridad nacional es un tema clave, prometió trabajar con los republicanos para enfrentarse a los terroristas, pero también abogó por la reconstrucción de alianzas diplomáticas.

Dependencia del petróleo Esa "guerra sin final" fue uno de los retos que prometió enfrentar, así como la dependencia del petróleo, los problemas del sistema educativo y los apuros de la clase media. Habló también de establecer la cobertura médica universal en su primer mandato y se comprometió en la lucha contra el calentamiento global. "Lo que nos frena es la pequeñez de nuestras políticas", dijo. Luego denunció la influencia en Washington de lobis e "intereses especiales". Y habló como un buen abogado, como un perfecto político en campaña: "Ha llegado el momento de pasar página, aquí y ahora".