Es, ante todo, una cuestión de mensaje. EEUU y Rusia anunciaron ayer que, tras un año de negociaciones, han alcanzado finalmente un acuerdo por el que reducirán su arsenal nuclear. Las cifras de esa reducción, no obstante, no son tan significativas como el aviso que lanzaron Moscú y Washington con el pacto: las dos potencias abren una nueva fase de cooperación.

Cuando el 8 de abril Obama vuelva a Praga, donde pronunció el discurso en el que se marcó como objetivo luchar por un mundo sin armas nucleares, pondrá junto a Dmitri Medvédev su firma en un documento que obligará a los dos países a reducir en los próximos siete años en más del 25% las cabezas nucleares desplegadas y en el 50% las lanzaderas. Si hasta ahora po- dían tener 2.200 de las primeras y 1.600 de las segundas, ahora se comprometen a no tener más de 1.550 y 800, respectivamente.

Las reducciones voluntarias hechas en los últimos años ya les habían acercado a esos objetivos, y por eso el anuncio de ayer, aunque vendido como "histórico" por la Administración de Washington, es más relevante, por lo que implica políticamente más que por la disminución de un arsenal aún abrumador.

"Con este acuerdo, las dos mayores potencias nucleares del mundo enviamos una clara señal de que tenemos intención de liderar", dijo Obama, que compareció ante la prensa acompañado por su secretaria de Estado, Hillary Clinton; su ministro de Defensa, Robert Gates; y el almirante Mike Mullen, presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor; tras sellar los detalles del pacto en una conversación telefónica con Medvédev.

"Reforzamos nuestros esfuerzos globales para detener la expansión de estas armas y para asegurar que otras naciones cumplen sus propias responsabilidades", añadió Obama, vinculando indirectamente la cooperación con Rusia a su lucha para evitar que Irán se dote de un programa nuclear militar o para frenar a Corea del Norte. Un comunicado del Kremlin apuntó también al acuerdo como señal de "un incrementado nivel de cooperación en el desarrollo de nuevas relaciones estratégicas".

Para Obama, haber llevado a buen puerto una negociación con Moscú que ha pasado por momentos de tensión y ha peligrado por las discrepancias sobre el escudo antimisiles que EEUU tiene proyectado para Europa es un logro que no podía llegar en mejor momento.

INYECCION El anuncio en la misma semana en que ha conseguido firmar una ley de reforma sanitaria, que había sido tal prioridad en su agenda como para dejar en segundo plano otros muchos asuntos pendientes, incluidos los de política exterior, es otra inyección para su presidencia. "Han hecho falta paciencia y perseverancia, pero nunca nos rendimos", dijo.

Contar con Moscú como aliado y hacerlo con un acuerdo de reducción de armamento nuclear serán las mejores cartas de presentación para Obama no solo en Praga, sino en dos cumbres que se celebrarán en EEUU en abril y mayo. Para la primera, centrada en cómo evitar que el armamento nuclear caiga en manos de terroristas o regímenes peligrosos, EEUU ha convocado a 45 jefes de Estado en Washington.

En Nueva York, en mayo, se celebrará la conferencia sobre el Tratado de No Proliferación. Quedan, no obstante, diferencias entre EEUU y Rusia. El mejor ejemplo de esos retos pendientes es qué hacer con el polémico escudo. Por ahora, Washington y Moscú han redactado dos comunicados separados y no vinculantes en que ambas partes refuerzan sus posturas sobre la defensa antimisiles.

En el documento ruso se establece que Moscú podrá retirarse del nuevo tratado si el escudo es visto como una amenaza para su seguridad y se presiona para firmar un tratado independiente referente a defensa de misiles; en el estadounidense, queda recogida la intención de instalar el escudo si se ve necesario.