Su propio partido le ha dado la espalda en el Congreso; los republicanos, encabezados por el exvicepresidente Dick Cheney, denuncian su estrategia, y entre los más progresistas las críticas a lo que se considera insuficiente no amainan. Frente a todo eso, el presidente de EEUU, Barack Obama, se reafirma con fuerza en su postura y ayer, en un discurso centrado en la seguridad nacional y, sobre todo, en Guantánamo, defendió con énfasis y vehemencia su apuesta por cerrar la prisión en la base de Cuba, trasladar algunos presos a cárceles de alta seguridad en territorio estadounidense y mantener las comisiones militares.

Obama escogió el edificio de los Archivos Nacionales, donde se guardan la Constitución, la Declaración de Derechos y otros documentos del sistema de justicia de EEUU, para ofrecer un alegato en defensa de su estrategia. "Creo con todas mis fuerzas que a largo plazo no podemos mantener este país seguro si no defendemos el poder de nuestros valores más fundamentales", dijo. "Nuestros valores son nuestro principal activo de seguridad nacional. Nunca debemos dar la espalda a los principios en nombre de lo expeditivo".

Sus palabras eran una dura crítica a los atajos tomados por la Administración de su predecesor, George Bush, a la que acusó sin rodeos de tomar "decisiones precipitadas basadas más en el miedo que en la previsión", y de "distorsionar a menudo datos y pruebas para que se adecuaran a predisposiciones ideológicas".

TORTURAS Eso le llevó hasta Guantánamo. Y al referirse a su herencia en el tema de la prisión, los interrogatorios con torturas y el sistema legal paralelo para los presos creado por su predecesor --"ni efectivo ni sostenible"--, fue también cristalino. "No gozamos del lujo de empezar de cero. Estamos limpiando algo que es, simplemente, un desastre". Para acometer esa limpieza, Obama insistió en su firme apuesta por cerrar una prisión que, dijo, "probablemente ha creado más terroristas de los que nunca albergó y ha debilitado la seguridad nacional".

Si algo le ha granjeado oposición hasta ahora es la posibilidad de que peligrosos terroristas acaben en suelo estadounidense, aunque fuera encarcelados. Y Obama respondió a esas críticas defendiendo la efectividad de las cárceles supermax , prisiones federales de alta seguridad de las que "nunca ha escapado nadie".

A la hora de delinear cómo lidiar con los casos de los 241 reos que aún están en Guantánamo, y no sin recordar que 525 de los detenidos fueron liberados bajo la Administración anterior, Obama estableció cinco grupos. El primero es el de los que pueden ser juzgados en tribunales federales ordinarios y el segundo, el de los que "han violado las leyes de guerra" y serán juzgados por las controvertidas comisiones. El tercer grupo lo integran 21 presos que los tribunales han dictaminado ya que deben ser liberados, y el cuarto, los que pueden ser transferidos a otros países (un grupo que integran ya 50 detenidos). El más controvertido es el quinto, el de "detenidos que no pueden ser juzgados pero representan un claro peligro para el pueblo americano".