Los tiempos de tensión han quedado atrás. Bill Clinton, el expresidente de EEUU, se ha comprometido de lleno con el candidato demócrata en las próximas elecciones presidenciales, Barack Obama, y el día 29 iniciará con una aparición en Florida su trabajo formal para intentar que llegue a la Casa Blanca el senador que frustró esa misma aspiración a su esposa, Hillary Clinton, también metida de lleno en el apoyo a su antiguo rival.

"He accedido a un número sustancial de cosas: cualquier cosa que se me pida", anunció Bill Clinton el jueves, después de mantener su primer encuentro individual a solas con Obama. La reunión duró cerca de hora y media y representaba, tras el discurso de Clinton en la convención demócrata, otro paso hacia la necesaria unidad del partido, en cuyas filas empiezan a aparecer señales de preocupación por el avance de John McCain.

El candidato republicano se está haciendo más fuerte entre mujeres e independientes, sobre todo desde que dio el decisivo golpe de timón e imagen con la elección de Sarah Palin como candidata a vicepresidenta.

Aunque en campaña Clinton no es el político más disciplinado y se han hecho famosos últimamente sus enfrentamientos con periodistas ante preguntas que le incomodan, el peso de su legado es aún potente entre grupos como los hispanos. Y el matrimonio que durante ocho años ocupó la Casa Blanca tiene un importante tirón electoral en zonas rurales y con votantes de clase trabajadora con los que Obama no ha conseguido conectar.

Mientras, Palin ofreció su primera entrevista televisiva. La candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos envió un mensaje de dureza en política exterior, al no descartar una guerra con Rusia si vuelve a atacar Georgia. Además, resucitó un viejo argumento ya desterrado por la Administración George Bush: la relación de Irak con los atentados del 11-S.