Para titular su segundo discurso sobre el Estado de la Unión, que ofrecía anoche en un Congreso transformado tras las elecciones legislativas de noviembre, el presidente estadounidense Barack Obama escogió la idea Ganar el futuro. Era la forma de resumir el mensaje que lanzaba a los ciudadanos, apelando a que un país que aún no se ha recuperado de los duros golpes de la crisis regrese al primer puesto mundial en lo que se refiere a competitividad, educación e investigación.

Era la manera también de anunciar su compromiso en la lucha contra acuciantes problemas como el desempleo, el déficit y la deuda, que amenazan ese futuro. Pero era también la idea con la que recordar a los republicanos, ahora con mayoría en la Cámara baja, que sigue manteniendo sus prioridades políticas y que, aunque la conciliación sea parte imprescindible de su forma y su fondo político tras dos años en la Casa Blanca, está abierta ya la carrera por las elecciones presidenciales del 2012.

Obama afronta el descontento de sus bases más progresistas, por lo que estas consideran concesiones excesivas a los conservadores y a las grandes empresas; tiene enfrente a una oposición empeñada en deshacer su mayor logro legislativo hasta la fecha (la reforma sanitaria), y debe convencer a los votantes independientes de que su proyecto político es el que necesitan.

MOMENTO DULCE Pero ha llegado al discurso en un momento dulce, pese a la derrota de su partido en los últimos comicios. La cooperación que abrió con los republicanos tras esas elecciones y que le permitió alcanzar un acuerdo fiscal antes de Navidad, así como su reacción tras la matanza en Arizona, han devuelto sus índices de aprobación a niveles superiores al 50%.

Si el año pasado el eje de su discurso era la defensa de la reforma sanitaria, entonces aún objeto de un cruento debate político, esta vez Obama quería centrarse en la economía y en el empleo, sacudido ahora por un índice de paro elevado para EEUU (9,4%). Y aunque al cierre de esta edición no había pronunciado su intervención, se habían avanzado sus líneas básicas. La principal: la necesidad de recuperar la economía, de hacerlo reforzando el papel de EEUU como potencia y lograrlo sin aumentar el endeudamiento.

Usar la palabra estímulo era tabú para Obama, con una oposición que quiere reducir el gasto federal a los niveles del 2008. Pero no es el presidente alguien sin recursos semánticos. Ayer iba a presentar su caso en defensa de nuevas inversiones en infraestructuras, educación, energías limpias y ciencia, encuadrándolas en esa necesidad de mejorar "la competitividad", mermada frente a potencias como China.

RECORTES A la vez, Obama iba a reconocer los retos fiscales que enfrenta el país a largo plazo y se avanzaba que apostaría por recortes "quirúrgicos", como el ya propuesto por Robert Gates en Defensa (57.000 millones de euros), el también anunciado de congelación salarial de los funcionarios durante cinco años y uno nuevo anunciado ayer que paralizará, también durante cinco años, gastos discrecionales no vinculados a la seguridad nacional. Como si fuera el desembolso de la entrada de un piso, sus asesores hablaban de la propuesta como "la entrada de la reducción del déficit".

Esa lucha sobre el déficit, sobre cuánto hay que invertir y cuánto recortar para seguir siendo líderes, se perfila como la próxima batalla en un Congreso donde ayer, sin embargo, y en un gesto simbólico, republicanos y demócratas por primera vez en la historia de este discurso se sentaron intercalados, en vez de separados por partidos.