Abrir una brecha en la OTAN y alejar a Turquía, el aliado de Occidente en Oriente Próximo, de la órbita de Washington y Bruselas. El Kremlin nunca ha hecho ningún esfuerzo para ocultar los réditos políticos que espera obtener con la venta de las baterías antiaéreas S-400 o de cualquier otro material militar adicional en el futuro al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, según se deduce de las declaraciones realizadas últimamente por varios líderes rusos.

«Vender misiles a un país que es a la vez un miembro de la OTAN y un actor principal en Oriente Próximo es una gran victoria para la estrategia a largo plazo de Rusia y una bendición para sus ventas militares, su prestigio internacional y su autoridad en la región», dice Kerim Has, especialista en las relaciones entre ambos países radicado en Moscú. «Los esfuerzos de Putin tienen como objetivo alejar a Washington de sus aliados en la OTAN y en Oriente Próximo para contrarrestar lo que Moscú percibe como desafíos a su influencia» en la región, confirma James Philips, de The Heritage Fundation.

Tras la constatación de las intenciones de Moscú, surgen las primeras dudas sobre las razones que pueda tener Erdogan, cuyo país nunca ha sido un aliado natural de Rusia, para adquirir material miltar de ese país.

Considera Has que debido a la situación en Turquía, con un Gobierno acusado de «prácticas autoritarias corruptas», el Kremlin dispone «de herramientas para chantajear a los líderes turcos». La venta de los S-400 se pactó «tras el golpe del 2016», durante el cual Rusia se alineó con el presidente turco. «Una investigación sobre el golpe sería clarificador», concluye el analista.