La Misión de Observadores de la Unión Europea (EUMM) en Georgia inició ayer su despliegue "muy correctamente", "con total normalidad" y sin dificultades para acceder a las zonas acordadas con Rusia. Así coincidieron en valorar la primera jornada de la operación tanto Cristina Gallach, portavoz del jefe de la diplomacia europea, Javier Solana --quien ayer visitó Tiflis, la capital georgiana--, como fuentes de la presidencia francesa de la UE.

Los 200 observadores (del total de 352 funcionarios que componen la misión) iniciaron oficialmente su labor en la franja que separa el territorio administrado por Georgia de las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, con el objetivo de constatar la retirada (antes del día 10) de las tropas rusas de las áreas acordadas en el plan de paz que puso fin al conflicto ruso-georgiano del pasado agosto. Asimismo, deberán coordinar el retorno simultáneo de la policía georgiana a esas zonas, para evitar un vacío que podría ser explotado por las incipientes milicias.

Para ello, los representantes europeos --procedentes de 22 países de la UE y entre los que hay 10 guardias civiles-- coordinan sus movimientos con los rusos, confirmó Gallach. Y eso a pesar de que el martes tanto el Ejército ruso como responsables de la UE decían que aún no había pacto para el pleno acceso de la misión a las zonas de seguridad. A la hora de la verdad, las patrullas --desarmadas-- franquearon sin incidentes los puestos de control rusos, incluido --aunque tras una larga discusión con sus comandantes-- el de Karaleti, en la principal carretera que lleva a Osetia del Sur, considerado la prueba del nueve de la voluntad rusa de colaborar. Los grupos de derechos humanos han denunciado saqueos y ataques de paramilitares en las localidades georgianas de esta zona desde la guerra, y se estima que miles de personas han huido.