Poco más de cien días lleva al frente del Gobierno israelí Ehud Olmert y ya es un primer ministro que lucha por su supervivencia política. Las consecuencias de la guerra contra Hizbulá --no ganada y, por tanto, perdida por el Estado hebreo-- se han cobrado la primera víctima política: el plan de marcar unilateralmente las fronteras de Israel mediante el desalojo de varias colonias de Cisjordania y la anexión del resto de asentamientos y de Jerusalén Este. No es una víctima cualquiera, ya que este plan es la razón de ser no ya del Gobierno, sino de su propio partido, el Kadima, que fundó Ariel Sharon antes de enfermar.

Hace ahora un año, Israel completaba la retirada unilateral de las colonias de Gaza, lo que requirió un enorme esfuerzo ante los colonos y la ultraderecha que solo un líder tan carismático como Sharon podía afrontar. La consecuencia política de la retirada de Gaza fue que Sharon y los suyos dejaron el Likud y junto a figuras laboristas fundaron Kadima con un solo objetivo: repetir parcialmente la jugada de Gaza en Cisjordania para establecer de forma unilateral las fronteras de Israel.

EN COMA Sharon enfermó y entró en coma, pero Olmert heredó su capital político y se impuso en las elecciones de marzo. Desde entonces, Israel ha luchado en dos frentes que abandonó unilateralmente --Gaza y el Líbano-- con resultados poco satisfactorios: los soldados capturados no han sido liberados y solo George Bush sostiene con la cabeza alta que Israel ganó la guerra a Hizbulá. Olmert sabe que deberá afrontar una comisión de investigación sobre su decisión de ir a la guerra y el desarrollo del conflicto, especialmente el retraso en ordenar una operación terrestre que se produjo horas antes de aceptar la resolución del alto el fuego de la ONU.

A perro flaco todo son pulgas, y este Gobierno se enfrenta también al hecho de ser el primero que no ha podido evitar un ataque masivo --4.000 cohetes katiuskas-- contra su población; a pérdidas millonarias en el norte a causa de la guerra; a casos de corrupción y de escándalos sexuales y a la evidencia de que su Ejército ha perdido su capacidad de disuasión. En estas circunstancias, el sentido común político dicta que la sociedad israelí no está por la labor de escuchar otra vez la palabra "unilateral".

De ahí que, según publicó ayer el diario Haaretz , Olmert haya anunciado a su partido que plantear en estos momentos su plan unilateral no es "apropiado". Haciendo de la necesidad virtud, Olmert argumentó que la prioridad debe ser reconstruir el norte del país y estabilizar la situación con el Líbano o, en caso de que eso no sea posible, prepararse para enfrentarse mejor a Hizbulá. Una decisión que tendrá consecuencias desde los presupuestos del Estado hasta la relación con los palestinos.

Y es que la fe ciega en el unilateralismo ha borrado cualquier opción de afrontar el problema palestino. Mientras, los palestinos no tienen Gobierno, sufren el boicot impuesto tras la victoria de Hamás y temen que Israel se cobre con ellos lo sucedido en el Líbano. Ese es el argumento que ha usado el presidente de la ANP, Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ) para volver a negociar con Hamás un Gobierno de unidad y una tregua con Israel.

ESCANDALOS SEXUALES En medio del conflicto bélico, han surgido dos escándalos sexuales que acorralan al presidente de Israel, Moshe Katsav, y al ministro de Justicia, Haim Ramon. Este último dimitirá el domingo después de haber sido encausado por haber besado a una soldado de 18 años. Katsav se enfrenta a las acusaciones de una empleada, que dice que la obligó a mantener relaciones sexuales.