Israel dejó ayer claro que no le va a poner fácil al presidente de EEUU, Barack Obama, su intención declarada de acercarse al mundo musulmán. Pocas horas antes de que el enviado estadounidense a Oriente Próximo, George Mitchell, aterrizara en el Estado judío, los F-16 israelís bombardearon los túneles de contrabando entre Gaza y Egipto, alimentando las dudas sobre la continuidad del alto el fuego. Su consolidación es el objetivo de Mitchell, pero las perspectivas no son las mejores. Israel recalcó que las fronteras de Gaza no se abrirán hasta que sea liberado el soldado Gilad Shalit, retenido por Hamás desde hace 888 días.

Tras reunirse con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, en El Cairo, el diplomático estadounidense de madre libanesa afirmó que es "crucial" consolidar el alto el fuego y aseguró que su país apoya la mediación egipcia entre Hamás e Israel para lograrlo. Las condiciones israelís se las expuso más tarde el primer ministro, Ehud Olmert, en Jerusalén. Su país exige el cese del contrabando de armas en Gaza y de los ataques palestinos. Si vuelven a repetirse incidentes como la bomba que mató el martes a un soldado israelí junto a la frontera de la franja, Israel responderá con severidad.

TREGUA FRAGIL De momento, Mitchell no parece dispuesto a cambiar las reglas del juego. "No ha ejercido ninguna presión ni ha enviado mensajes negativos durante la reunión", aseguró una fuente israelí al diario Haaretz tras su cita con Olmert. En Gaza persiste la incertidumbre. Tanto Israel como Hamás se resisten a sacar el dedo del gatillo. Tras el bombardeo de los túneles de Rafá, los islamistas respondieron lanzando un cohete sobre el sur de Israel. Nadie tiene muy claro que la tregua vaya a aguantar y la prueba es que el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, pospuso ayer su viaje a EEUU.

Por otra parte, la ONU informó ayer que había aumentado su ayuda alimentaria a la franja de Gaza, donde 900.000 palestinos, la mayoría refugiados, se han visto beneficiados.