Objetivo: limpiar el barrio de La Saline, que sirve de madriguera de muchos de los reclusos más peligrosos que el 12 de enero se fugaron de las cárceles haitianas. A partir de las dos de la madrugada del sábado, 284 agentes de 11 nacionalidades y bajo el mandato de Naciones Unidas llevaron a cabo la mayor operación policial que se recuerda en Puerto Príncipe en los últimos años. La enviada especial de este diario estuvo en el dispositivo que terminó con 47 detenidos, la mayoría con delitos de sangre.

El barrio entero fue sitiado y dividido en tres zonas. En una actuó el SWAT (siglas en inglés de una unidad de armas y tácticas especiales) de la policía jordana, en otra el SWAT haitiano, y en la más peligrosa, el grupo de 23 guardias civiles del GAR (Grupo de Acción Rápida) que desde febrero ha cambiado su escenario del País Vasco por los laberínticos nuevos barrios de tiendas y chabolas de la capital. El grupo de élite antiterrorista de la Guardia Civil ya lleva un centenar de detenidos.

QUEMA DE EXPEDIENTES La planificación de la operación duró una semana. Durante estos días, los confidentes de la policía haitiana señalaron en La Saline a algunos de los que ellos denominan "bandidos", criminales muy peligrosos que aprovecharon que el terremoto resquebrajó las cárceles para huir, quemando antes sus expedientes.

Los servicios de inteligencia de la ONU han detectado cómo los fugitivos están reorganizando sus bandas. Solo este mes se han producido nueve secuestros, el último el de un industrial belga, que fue liberado tras pagar, según fuentes de la ONU consultadas por este diario. En dos semanas, siete policías haitianos han sido asesinados.

Los GAR llegaron a Haití a bordo del buque Castilla de la Armada, con el material que usan en el País Vasco. De todas las unidades que trabajan en Haití, es la más pequeña, pero por su experiencia en antiterrorismo el responsable policial de la ONU en el país, el general Chaumont, les reserva las operaciones de más riesgo. El sábado se trató de uno de estos dispositivos.

En La Saline no hay luz a esas horas. Los edificios cayeron y solo algún bajo se salvó. Allí se esconden los "bandidos", los líderes de las bandas que tras el seísmo intentan recuperar el control que tenían sobre la ciudad, amparados por policías corruptos. Por eso las operaciones se comunican a la policía haitiana solo dos horas antes, para evitar chivatazos.

Uniformidad completa. Subfusil, pistola, chaleco antibalas y el casco forrado con el símbolo azul de la ONU. Uno de los grupos de la Guardia Civil se adentró en una casa acompañado por un confidente. La gente dormía. "¡Todos al suelo!", gritó un sargento del GAR en francés. Un policía haitiano lo repitió en creole para tranquilizar a una familia impermeabilizada al espanto.

Y así, de casa en casa, salían dos, tres, cuatro y hasta ocho detenidos. Todos hombres. Atados con bridas en las muñecas y conducidos hasta una encrucijada de calles en las que eran obligados a tenderse boca abajo, unos junto a los otros. Nadie hablaba. Un GAR les cacheaba para asegurarse de que no escondían nada antes de subir a una camioneta que les llevaría a comisaría. La última camioneta con detenidos partió de la encrucijada cuando ya era de día. Misión cumplida. Una más de los GAR. De las cárceles haitianas escaparon 4.750 presos, y 470 eran muy peligrosos. Ya quedan menos.