No es el resultado de los esfuerzos de las autoridades locales ni de la comunidad internacional. Pero lo cierto es que, por segundo año consecutivo, el cultivo de opio en Afganistán --cuyo comercio financia las actividades de la insurgencia talibán-- se ha reducido de forma significativa. Según la ONU, la superficie dedicada al cultivo de la amapola en el país se ha contraído en el presente ejercicio en un 22%, un fenómeno empujado por el exceso de oferta y la consiguiente caída de precios, que hace que para el campesino afgano ya no sea tan atractivo su cultivo. Este año se han dedicado 123.000 hectáreas al cultivo del opio, comparado con las 153.000 hectáreas del 2008. En el 2007, la producción batió récords, después de que se recogieran 8.200 toneladas de opio. El año pasado dicha cifra se redujo a 7.700 toneladas, mientras que en el 2009 han sido cosechadas 6.900 (800 menos). Esta reducción marca una tendencia positiva y es una de las pocas buenas noticias que el país ha generado este año.

"Estos resultados demuestran que el progreso es posible", proclamó eufórico Antonio María Costa, director ejecutivo de la Oficina de la ONU para las Drogas y el Crimen. No obstante, advirtió de que aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo y determinar si la reducción es una "corrección del mercado" o constituye "una tendencia".

Pese a todo, el país centroasiático sigue siendo el origen de más del 90% del opio que se produce en el mundo. El descenso en los precios, con su consiguiente reducción en el valor total del opio producido, también ha relativizado la importancia del opio en la economía afgana: ahora tan solo equivale al 4% del PIB afgano, comparado con el 7% en el 2008 y una tasa récord del 27% en el 2002.

Por otra parte, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, confió ayer en que la población afgana acepte el resultado de las elecciones presidenciales del país, a pesar de las denuncias de fraude electoral. Los resultados provisionales se darán a conocer el sábado.