Apagados los aplausos de los homenajes, enjugadas las lágrimas de alegría, el éxito de la operación Jaque de liberación de Ingrid Betancourt y otros 14 rehenes de la guerrilla colombiana no puede ocultar que el desenlace significa una quiebra de la estrategia del presidente Nicolas Sarkozy y pone en entredicho la actuación de la diplomacia francesa. Desde que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) secuestraron a Betancourt, Francia se ha pasado seis años promoviendo la negociación y presionando al presidente colombiano, Alvaro Uribe, para que descartara una operación militar. La última vez fue a finales del pasado mes de abril, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, viajó a Bogotá y se entrevistó con Uribe, quien le explicó su estrategia de presión militar y aislamiento social de las FARC.

CHAVEZ, EL BUENO Desde hace un año, Sarkozy jugó la carta negociadora del presidente venezolano, Hugo Chávez, a quien en agosto del 2007 animó en su labor de mediación para lograr la libertad de los rehenes a cambio de la liberación de guerrilleros presos. Las FARC liberaron a seis rehenes en enero y febrero, pero pronto se pusieron de manifiesto los límites de la capacidad de influencia de Chávez. La muerte, el 1 de marzo, en territorio ecuatoriano del número dos de las FARC, Raúl Reyes, a manos del Ejército de Colombia y, sobre todo, las revelaciones contenidas en su ordenador sobre las estrechas relaciones de Chávez y la guerrilla desprestigiaron la vía negociadora del presidente venezolano, respaldada por Francia.

Con la suficiencia habitual, gobernantes, políticos y la mayoría de los medios de comunicación franceses habían llegado prácticamente a poner en el mismo plano a Uribe y a las FARC. El presidente colombiano era el malo de la película, el que obstaculizaba una solución, mientras Chávez recibía un tratamiento de hombre bueno y dialogante.

Con el riesgo de darle una credibilidad inmerecida, el propio Sarkozy dirigió dos mensajes por televisión a Pedro Antonio Marín, líder de las FARC, a quien llamó "señor Marulanda", para implorarle la libertad de Betancourt. El segundo mensaje, difundido el 1 de abril, se emitió cuando Manuel Marulanda, Tirofijo, estaba ya muerto desde hacía cuatro días, como se ha sabido después, circunstancia que no deja en muy buen lugar a los servicios secretos franceses.

En esta estrategia, Francia ha cometido dos fiascos: el envío en abril de un avión medicalizado a Guyana para rescatar a Betancourt y de otro en julio del 2003 a Brasil con igual objetivo.